Filosofía y educación un encuentro inevitable
Hola. Buenas tardes.Es para mí una enorme satisfacción encontrarme hoy aquí, en mi tierra y tener la posibilidad de dirigirme a ustedes. Quiero dar las gracias en primer lugar a Carmen por la invitación que me ha hecho para participar en estas jornadas de "España, tiempo presente". A ustedes por su presencia y amistosa compañía quiero darles por ello las gracias también. Gracias amigos.
El tema sobre el que me han pedido que les hable es la necesidad de la Filosofía en la educación. Una necesidad que yo calificaría de esencial. La filosofía y su posible relación con los niños y los jóvenes, en la Enseñanza Primaria y Secundaria. Es a lo que me dedico desde hace ya muchos años. Aunque pensamos que la filosofía nos es muy necesaria a cualquier edad.
Parafraseando a Carl Rogers, quisiera que mis palabras tengan una utilidad mayor que incrementar la ya vacilante pila de palabras acerca de palabras, ¿inútiles palabras?, a pensar que la verdad son las palabras. Si fuera así, habríamos fracasado. Y si se convierte en "conocimiento académico", en el que las palabras ya están muertas, y disecadas y vacías de significado se vuelcan en las mentes de estudiantes pasivos, de modo que individuos vivos cargan con las porciones muertas y disecadas de lo que una vez fueron pensamientos y experiencias vivos - sin tener conciencia de que alguna vez lo fueron -, entonces sería mejor no haberlas pronunciado nunca.
En el fondo lo que esta conferencia quisiera proponer es entender la filosofía como el núcleo de toda vida humana, de toda educación y de todo humanismo; y que la educación humanista y la vida humana busquen, encuentren su sentido y estén comprometidas con la filosofía. Éste podría ser un buen camino para la construcción de una educación de calidad. Comenzaré haciendo observar que
Todo lo que hacemos acarrea consecuencias, incluso nuestra conducta moral, aunque no podamos decir cuanto tiempo tardará en manifestarse una consecuencia ni de qué forma lo hará llegado el momento.
¿Hemos pensado, por ejemplo, en el tipo de educación que pudo llevar al mundo a las guerras mundiales del siglo pasado, a los fanatismos o a los terrorismos, a las intolerancias, a tanta violencia? Pensamos que el tema es muy grave como para que no dediquemos algún tiempo a reflexionar sobre el mismo.
Somos los educadores, sobre todo, quienes tenemos el deber de interrogarnos y buscar nuevos modelos que renueven y promuevan una mayor calidad de nuestra enseñanza. Tenemos que salir de nuestra propia endogamia para cambiar nuestra manera de pensar y de sentir la educación. No descarguemos toda responsabilidad sobre las cabezas de los alumnos. Pensemos que tal vez deba cambiar nuestro rol.
Una educación adoctrinadora y manipuladora mantiene a las personas en la incapacidad de ser autónomas. Se consigue un desarrollo y una satisfacción heterónoma, decidida por otros. En última instancia, la pregunta sobre cuales son las necesidades verdaderas o falsas sólo puede ser resuelta por los mismos individuos, pero sólo en última instancia, e.d., siempre y cuando tengan libertad para dar su propia respuesta.
Se presenta el adoctrinamiento como buen modo de vida. La consecuencia es el pensamiento y la conducta unidimensional, el totalitarismo democrático del sistema tradicional social y educativo la unidimensionalidad y la limitación del pensamiento. Es la dictadura educacional, del derecho, de las leyes.
Los resultados, la situación de fracaso, la miseria no solo física, lo que es tremendo, sino también la miseria mental, la injusticia, la rebeldía contradicen la racionalidad acomodaticia del sistema. Existe un entontecimiento y hasta un envilecimiento que abarca mucho más que a las clases más bajas de la sociedad.
La libertad intelectual significaría la restauración del pensamiento individual absorbido ahora por la comunicación y el adoctrinamiento de masas, la abolición de la "opinión pública" junto con sus creadores. Toda liberación depende de la toma de conciencia de la esclavitud.
¿Estamos preparando esclavos para el mercado? Que los esclavos aprendan, vean y piensen antes. En el grado en que los esclavos han sido precondicionados para existir como esclavos y estar contentos con esta situación, su liberación parece venir necesariamente de afuera y desde arriba.
Dice Matthew Lipman "existe un lugar muy especial en las vidas de muchos niños que solo puede llenarse con la filosofía". La filosofía no es cosa de ancianos.
Todos sabemos que la filosofía occidental, nuestra filosofía, vio la luz en la antigua Grecia, y surgió en forma de aforismos, poesía, diálogo y drama. Fue creciendo, como cualquier ser vivo, hasta convertirse en una disciplina académica y accesible sólo a unos pocos privilegiados. Poco a poco se ha convertido en algo a aprender más que en algo a hacer. Hay que sacar un título académico y para ello se necesita pasar ciertos exámenes. Se aprende filosofía, no se hace filosofía. ¿Podremos extrañarnos de que haya tan pocos buenos filósofos?
Hoy la filosofía vuelve a estar de moda y se la presenta como una práctica con múltiples aplicaciones. Todo esto está muy bien, aplaudimos esos empeños, pero aplicar la filosofía no es lo mismo que hacerla. Nosotros proponemos hacer filosofía, y nuestro modelo a seguir es Sócrates. La filosofía no es una adquisición ni una profesión, sino una forma de vida. Sócrates enseña no a adquirir o a aplicar filosofía, sino a practicarla, y nos reta a imitarle.
El filósofo problematiza lo que damos por sentado. Para apropiarse de un problema filosófico no es suficiente con entenderlo, hace falta vivirlo, sentirlo en la piel, dramatizarlo, sufrirlo, padecerlo, sentirse amenazado por el...
¿Saben cuando dejó la filosofía de ser importante en la educación? Cuando apareció la Reforma. La reforma con mayúsculas, no me refiero a nuestras reformas en educación. Y ¿qué ocurrió en ese momento? Pues que se necesitaban hombres de negocios y científicos. Así fue expulsada la filosofía del paraíso de la educación. No hace muchos años volvió a ocurrir algo parecido en nuestro país.
Pero ¿es compatible la filosofía con los niños y con los jóvenes? En los primeros diálogos platónicos, Sócrates filosofa lo mismo con jóvenes que con mayores. Se dice que los chicos que aparecen en el diálogo Lisis tienen once años. No parece que Sócrates tuviera algún tipo de reparo en filosofar con niños. ¿Qué pasó entonces?
En el diálogo Gorgias de Platón, un burlón Calicles insinúa que la filosofía es sólo para los niños: es mejor que los adultos se ocupen de los asuntos serios de la vida.
Los comentarios posteriores a Platón estuvieron de acuerdo en que Calicles se equivocaba: la filosofía es sólo para adultos, y, posiblemente, cuanto más viejos mejor.
En el libro VII del República, Platón, después de reconocer genialmente que dirijamos a los niños a sus estudios a través del juego y no a la fuerza, insiste en que los niños no deben tener contacto con la dialéctica. "Los que practican la dialéctica se entregan al desorden", afirma. "Provocan controversias sin cesar, confunden a los demás y semejantes a los perros jóvenes, se complacen en ladrar y despedazar con razonamientos a cuantos se les aproximan, y acaban por no creer en nada de lo que creían antes". ¿Podemos imaginarnos una tal jauría de jóvenes aulladores?
Si esto es así, si la filosofía provoca la existencia de jóvenes o mayores perversos y corrompidos como muchos de los que encontramos en nuestra sociedad, el problema es grave. Tan grave que algunos hicieron que el mismo Sócrates lo pagase con su vida. Recuerden que fue condenado a muerte acusado de corromper a la juventud. Y no olvidemos que incluso Aristóteles tuvo que huir precipitadamente de Atenas para que los atenienses no pecasen por segunda vez contra la filosofía y le hicieran lo que le habían hecho a Sócrates.
Como consecuencia de todo esto se pensó que la filosofía debía de ser protegida. Si los niños se dedican a ella, será indigna a los ojos de los adultos.
¿No será, entonces en este tipo de educación sofística donde podemos encontrar el peligro de la aparición de ciertas clases de jóvenes y no jóvenes en nuestra sociedad? ¿Y no es este tipo de educación el que se está ofreciendo, lejos de lo que enseña la filosofía? ¿Por qué no se quiere reflexionar sobre las consecuencias del modelo de educación o deseducación que tenemos? ¿No producen unas consecuencias mayores que los índices de saber más o menos matemáticas o historia? La filosofía consiste en la búsqueda de sentido a nuestra vida, ¿ hemos pensado el sentido que tiene para los niños y los jóvenes lo que hacen? ¿Hemos pensado los adultos el sentido de nuestras vidas? ¿O vivimos mejor cuanto menos pensamos?
A pesar de su apariencia de inabordabilidad y aspereza, la filosofía contiene dentro de sí tesoros pedagógicos de indudable valor, y estos tesoros pueden llevar a la práctica educativa el "método socrático". Además los educadores hemos descubierto que los niños y los jóvenes disfrutan con la filosofía, y que esto contribuye significativamente a la mejora de su educación, tanto en el desarrollo de sus habilidades básicas (lectura y escritura), como de sus capacidades de razonamiento, ...
En general a todos les gusta lo que logra la práctica de la filosofía en los estudiantes. El alumno aprende a autoconocerse y ayuda al profesor a que practique su autoconocimiento, su propia reflexión. Una vida sin autoconocimiento no merece la pena ser vivida, repetía Sócrates. La filosofía mejora la calidad del pensamiento infantil. Ayuda a encontrar mejor sentido a lo que dicen, escuchan, leen o escriben. Sobre el concepto de verdad, todas las disciplinas ofrecen su verdad, solo la filosofía estudia el propio concepto de verdad.
La filosofía provee de un foro en el que los niños pueden descubrir por sí mismos la relevancia para sus vidas de lo que están haciendo. Los niños están encantados con su clase de filosofía y ven que contribuye a la mejora de la educación, incluso en áreas de destrezas básicas como la lectura o las matemáticas.
Las habilidades de razonamiento son esenciales para leer y escribir bien, y la alternativa al adoctrinamiento de los alumnos en los valores, es ayudarles a reflexionar eficazmente sobre los valores que continuamente se le están presentando.
¿ Consistirá la educación, en que aprendamos a pensar por nosotros mismos? Voy a pensar que pueda ser así.
Dice Calvin Coolidge "La educación consiste en enseñar a los hombres, no lo que deben pensar, sino a pensar".
Nosotros proponemos que se respete este derecho a pensar por uno mismo, lo que nos llevaría a no desear adoctrinar a nadie, ni manipularlo para que haga lo que yo quiero y me parece que es lo bueno, ni tampoco consistirá la educación en amaestrar a alguien como pudiéramos hacer con un perrito de compañía.
¿Debería la educación ayudarnos a encontrar sentido a lo que hacemos, a lo que estudiamos? ¿Sería esto ayudarnos a pensar? Lo que mueve a obrar o a dejar de hacerlo no son las cosas, sino los pensamientos, las ideas que tenemos de ellas. La capacidad de pensar nos libera del sometimiento servil al instinto, al apetito y a la rutina, a darte cuenta del error y a salir del fracaso.
La persona inspecciona, ata cabos sueltos, pondera, delibera, reconoce, calcula, arriesga una explicación, detecta relaciones, es decir aprende a pensar. Es el objetivo de la educación.
Queremos que las personas, en este caso los niños y los jóvenes, no sigan siendo seres pasivos, meros receptores de lo que los adultos, casi siempre masculinos queramos imponerles. Que sean capaces de... Que comiencen a ser responsables, a responder de sus actos porque son suyos y no impuestos por otros.
¿No sienten ustedes cierta pena al observar el papel y la actitud de los niños y de los jóvenes, aunque sean universitarios, ante la educación, y ante la sociedad? Todos repitiendo a coro lo que les han inculcado. La información es una carga indigesta a menos que se la entienda, a menos que se convierta en auténtico conocimiento el material que la constituye. Esto requiere poder, ser capaz de usar el material ante nuevas situaciones.
Proponemos superar el papel decorativo que durante siglos han desempeñado los niños y los jóvenes. Se habla de los valores de los jóvenes, ¡ cómo decoran frases como éstas! ¡qué bien se queda! ¿os habéis preguntado alguna vez cuáles son estos valores? ¿ Conocerán los niños y los jóvenes los valores propios de la niñez y de la juventud? ¿O lo realmente importante es llegar a ser adulto?
La educación humanista es, diálogo, diálogo entre todos. Les invito a que nos preguntemos ¿Qué clase de niños y de jóvenes tenemos, y cómo queremos que sean? ¿Sumisos, dóciles, hipócritas, consumidores de lo que les echemos, o personas capaces, responsables y libres?
Los estudiantes están aprendiendo que la aceptación pasiva de las ideas es mejor que la crítica positiva, que la investigación está más allá de su alcance y no es asunto suyo, que la memoria es la forma más alta de triunfo intelectual, que el fin de la educación es recordar una colección de hechos inconexos, que hay que valorar más la voz de la autoridad que el criterio propio, que las ideas propias y las de los compañeros son incongruentes, que los sentimientos no cuentan en educación, y que toda pregunta tiene siempre una respuesta acertada y simple.
Hablamos de tener cultura, pero me pregunto si poseemos conocimientos, ideas, o nos poseen ellas a nosotros. A veces estas ideas nos piden sacrificios o imposibles, hasta nos pueden pedir que muramos por ellas. Hay que tener ideas para poder criticar las ideas que nos poseen. No basta conocer, hay que saber interpretar nuestro conocimiento, lo que requiere un espíritu filosófico.
Si obligamos a nuestros niños y a nuestro jóvenes a aceptar acríticamente lo que les damos en casa o en los colegios, ¿no estamos preparándolos para que acepten acríticamente también lo que les pueden ofrecer en otros lugares? Pienso ahora en drogas, botellones, intolerancia, sectas, xenofobia, etc. O tal vez se rebelen contra un sistema de imposiciones que sienten les asfixia como una camisa de fuerza, en lugar de favorecer el desarrollo autónomo de sus vidas con los demás.
El objetivo principal de la escuela tradicional está en establecer hábitos mecánicos y transmitir uniformidad de conducta. Quiere hacernos cultos, no buenos y sensatos. Nos esforzamos en llenar la memoria y dejamos vacía la conciencia, dice Montaigne. El asombro y la curiosidad están excluidas. La educación como una obra de arte es unidad en la variedad.
Nuestros niños y nuestros jóvenes no encuentran en la escuela el lugar en el que pueden desarrollar sus inquietudes, plantear problemas, sino que deben responder a algo que nunca se han preguntado. No van a conocer, a elaborar, sino que reciben un "conocimiento" acabado ya por otros, por los mayores, lo que les resulta ajeno (alieno) y extraño a ellos mismos y con nulo sentido para sus vidas.
Todos los componentes de la educación giran en torno a los exámenes. Éstos suelen ser la fuerza impulsora del sistema. El contenido de los exámenes estructura el currículo que, a su vez, regula la naturaleza de la formación del profesorado.
El ideal es aprender y tiene como método la repetición para poder superar los exámenes, y los profesores deben enseñar siguiendo ese modelo. Este modelo ahoga el pensamiento en el estudiante, en vez de suscitarlo. La cultura asimila al niño en vez de que el niño asimile la cultura. No se enseña a pensar. El ser humano está condicionado para saber, y uno no conoce cuando no alcanza la razón de ser del objeto que conoce.
Decía nuestro gran filósofo Don José Ortega y Gasset que "esta vida que nos ha sido dada, no nos ha sido dada ya hecha, sino que tenemos que hacerla, cada cual la suya". Y añadía: "nada que merezca la pena ser aprendido, puede en realidad ser enseñado".
O como escribe el mismo Montaigne: '“ Pues si abrazan las opiniones de Jenofonte o de Platón por propio razonamiento, ya no serán de ellos, sino suyas. El que sigue a otro no sigue nada. Nada halla, porque nada busca . Nos invita a ser como “la abejas que picotean en ésta y en aquella flor, mas después hacen con ello la miel que es de todos; ya no es tomillo, ni mejorana; así transformará él las piezas tomadas de otros, fundiéndolas para hacer con ellas una obra totalmente suya, es decir, su juicio: su educación, su trabajo y su estudio no pretenden sino formarlo”
¿Abejas o zánganos? ¿Qué pretende la educación? En este sentido, nosotros hablamos de aprender más que de enseñar y concebimos el aprender como explorar. Profesores y alumnos exploran juntos, comparten experiencias, conocimientos, métodos de investigación, etc. En una palabra, dialogan.
“El conocimiento es algo que cuanto más se comparte más se tiene”.
También el filósofo Sócrates solía decir: “Sólo sé que no sé nada”. Él, que era considerado uno de los siete sabios de Grecia, sólo sabía que no sabía nada. Hay quien ni siquiera se ha dado cuenta de que no sabe nada y va por el mundo creyéndose un sabio y enseñando a todos. Estos no dejan que crezca el diálogo investigador.
El sabio no sabe y busca saber, solo el necio piensa que sabe.
Si nos paramos a pensar, lo único que enseña es su ignorancia. Como dicen muchos estudiosos del tema: “Nadie enseña lo que sabe, sino lo que es”.
El aula como comunidad de dialogantes que investigan juntos, que buscan, que construyen la verdad entre todos. El aula como lugar donde ocurren cosas maravillosas: la vida, el diálogo, el aprendizaje, en fin la educación. Los niños dialogando con los filósofos, con los científicos, los artistas, los escritores, etc., van encontrando el sentido que tienen para sus vidas y para la construcción de la sociedad. Es el aprendizaje significativo.
El error es connatural al ser humano. Lo más maravilloso que poseemos es la capacidad de corregirnos. La lucha por rectificar, por mejorar es lo que nos hace humanos. Ya sabemos que aprendemos de nuestros errores. Toda comunidad es autocorrectora.
Es mucho mejor enseñar a los niños el respeto mutuo incitándoles a que participen en actividades en las que descubren el valor que tiene, que enseñárselo explicándoles en qué consiste o exhortándoles a que se respeten.
El diálogo investigador como fuente de pensamiento y de conocimiento. Todo se realiza en común. El diálogo como único medio de educación.
Poco a poco van adquiriendo la capacidad de tomar decisiones y de aceptar responsabilidades de manera que lleguen a ser adultos con “posibilidades transformadoras” de la sociedad hacia un estado de derecho cada vez más justo, y no meros consumidores. Para ello deben ser capaces de generar nuevas ideas a partir de las que ya poseen; tener una mente abierta y crítica, una mente consciente que descubra los criterios por los que se rige, autocorrectora y sensible al medio en el que vive. Todo ello conduce a los niños hacia el descubrimiento de los significados de lo que les rodea y les proporciona la sensibilidad necesaria hacia los valores de la vida.
Los niños necesitan desarrollar unos principios de razonamiento de manera que sean conscientes de las ocasiones en las que ellos mismos o sus propios compañeros están siendo ilógicos, no razonables o acríticos. Deben aprender a razonar, a ser capaces de procesar la información que van adquiriendo, a ser capaces de extraer inferencias válidas, de identificar presunciones que subyacen a ellas, de formular definiciones satisfactorias, de dar razones de las propias opiniones, de formular preguntas, etc. Cada niño según la edad que tiene. No queramos pedir a un niño de 5 o de diez años que piense como uno de 18 y menos aún que piense como nosotros. No es posible.
Probablemente fueron también los griegos el primer pueblo en insistir en que las instituciones (no solo las personas) necesitaban ser perfeccionadas y que deberían seguir los modelos de la justicia y la libertad.
Sería poco realista esperar que se comporte justamente un chico que ha crecido entre instituciones injustas. Los que abusan de los derechos de los demás suelen ser personas que han sido ellas mismas maltratadas. Un sistema de educación debe ser más racional para prevenir irracionalidades.
A menos que sean capaces de darse cuenta de su propio pensamiento y corregirlo recurriendo a principios lógicos aplicándolos a los contenidos de un programa educativo será de poco provecho el aprendizaje. El criterio por el que debería regirse la escuela es la racionalidad. Por eso los-as estudiantes que pasan por las escuelas deben ser tratados de forma racional si queremos que lleguen a ser más racionales.
La escuela debe ser racional, el lugar de la racionalidad. Que sea vista de este modo por los estudiantes y por la sociedad en general. De esta manera habrá en la sociedad, ciudadanos, futuros padres, más racionales y valores más de acuerdo a la razón.
El aprendizaje dentro de una comunidad aumenta nuestras posibilidades de autocontrol. El ser llega a hacerse cuando imponemos hábitos conscientemente, los controlamos y controlamos el control de esos hábitos en nuestra conducta diaria. Este control es guiado por normas, criterios e ideales que hemos llegado a aceptar como válidos. Educarse es descubrir por nosotros mismos las normas, criterios e ideales válidos dentro de la comunidad. Lo más maravilloso del ser humano es nuestra habilidad para autocorregirnos cuando sabemos que nos hemos equivocado, y la comunidad es autocorrectora.
Otro punto importante en este modelo de educación es que partimos de una necesidad. Que lo que se aprende llene las expectativas del que aprende. Si el ser humano piensa es porque necesita pensar para resolver algo, para actuar. Si no siente esa necesidad ocurre que “podemos llevar un caballo hasta el río, pero si no tiene sed, no beberá por más palos que le demos”.
Nuestra sociedad es acrítica. Hoy creemos en aquello que sintoniza con nuestros deseos. Creemos que es verdad lo que nos gustaría que lo fuera, y difícilmente aceptamos las ideas contrarias a nuestras esperanzas y deseos.
Sin embargo la capacidad de pensar nos libera del sometimiento servil al instinto, al apetito y a la rutina, al error, al fracaso .... La miseria y la opresión surgen de la ignorancia y de la superstición. Por tanto la educación es necesaria para eliminar la ignorancia y la sinrazón.
Lograr la autonomía de la razón, salir de la minoría de edad, de la que se es culpable por ser incapaz de servirse del propio entendimiento sin la dirección de otro. Y esto no sucede por falta de entendimiento, sino por falta de decisión y de ánimo. Es más fácil la credulidad, la idolatría, pues no comprometen.
Lo que eleva al hombre por encima de los otros seres vivos activos, no es el pensamiento o el conocimiento por contraposición a la acción, sino la capacidad de actuar reflexiva e intelectualmente.
Los dioses habían dado al hombre el intelecto y las manos, y lo habían hecho semejante a ellos (...) Cuando permanece en el ocio se transforma en algo frustrado y vano, tan inútil como el ojo que no ve o la mano que no toma (...) Y por eso ha determinado la Providencia que esté ocupado en la acción por las manos y en la contemplación por el intelecto, de manera que no contemple sin acción, ni obre sin contemplación". (Giordano Bruno).
Proponemos la acción como superación de estos dualismos de sujeto y objeto. El ser humano, como ser activo práctico, se va haciendo a través de su actuar en el mundo. El estudiante, ser activo y capaz, centro y artífice de su propia educación, de su propia vida, va a crear, a construir su propia realidad en diálogo con los otros. El alumno es tal alumno mezclado y confundido con las cosas, con las materias de estudio y todo lo que le rodea, e imposible disociar de ellas.
Nuestro concepto de conocimiento, de aprender, es también activo, vivo, dinámico, en lugar de pasivo y receptivo, es el mismo ser humano actuando en el mundo de forma inteligente. El conocimiento debe ser construido por el que conoce. Por lo que conocer es actuar, manipular, operar, pensar. El pensamiento consiste en la acción, en una actividad intelectual de todo el ser humano. De la misma manera la realidad y el pensamiento ya no se dan en espacios heterogéneos, sino que la relación entre ambos es de una mutua construcción. El ser humano construye la realidad en la medida en que se construye a sí mismo.
El hogar, la escuela, el aula, como fuentes de vida. Nos preguntamos por qué este sistema de educación y los componentes del mismo nos empeñamos de manera tan enfermiza en castrar esa potencialidad, esa multidireccionalidad, hasta constreñirla unidireccionalmente en un proceso de aprendizaje que empobrece y que, a la postre, vuelve estéril nuestra experiencia del mundo? ¿Qué nos empuja a tan tamaña y monstruosa construcción de alienaciones en cuya savia no crece más que la autodestrucción?
No buscamos que los estudiantes se entusiasmen por la filosofía, sino que la filosofía entusiasme a los estudiantes. No demos más importancia a lo que se aprende que a los que aprenden, a las personas, a los niños y jóvenes.
Los libros de texto son novelas, textos narrativos, vivos, en los que los alumnos se identifican con personajes que realizan lo que ellos van a realizar en el aula, al igual que el profesor. El cuerpo de la filosofía clásica se traduce a los diferentes niveles de nuestros alumnos, ofreciéndoles unos materiales nuevos y relevantes para sus vidas. Estas novelas representan toda la tradición de nuestra filosofía.
Para ello es necesario un cambio organizativo de la clase, que debe conllevar cambios en el sentido del discurso educativo. Llama inmediatamente la atención la organización del aula en la que 25 o 30 niños y niñas, o jóvenes permanecen sentados en unos pupitres alineados militarmente, sometidos a una disciplina externa, también militar, sin poder comunicarse con sus compañeros bajo pena de ser sancionados.
¿Quién puede sentirse feliz y amar un lugar como ése? El equilibrio afectivo es esencial en todo aprendizaje. Propugnamos una organización más libre, más acorde a las necesidades de los niños. La clase debe transformarse en un lugar donde los niños y los jóvenes puedan crecer y desarrollarse. Debe ser algo con vida que, no sólo no impida el crecimiento de sus miembros, sino que lo favorezca, que invite a vivir a los que pertenecen a ella, evitando el aburrimiento y la falta de interés.
Que los niños deseen acudir a sus clases, porque en ellas encuentran cosas interesantes. Que no continúen diciendo que entre las cosas más maravillosas para sus vidas, está el no tener colegio. ¿Qué concepto de educación tienen los que van a educarse? ¿Qué concepto de educación tiene la sociedad de la que proceden?
Un ejemplo de nuestras sesiones sería éste. Comienzan con
1.- La lectura individual y en común de un capítulo o de una parte de la narración propuesta. También cabe la lectura de otros tipos de narraciones.
¿Será necesario remarcar la importancia de la lectura, del aprendizaje de la lectura significativa, en la educación?
2.- Pensar una (o más) preguntas sobre lo leído y escribirlas en el cuaderno de clase. A veces reunión en pequeños grupos para debatir cada pregunta y elegir una.
Aprendemos a plantear preguntas a buscar criterios en la elección de la misma, a desarrollar criterios acerca de lo que es más importante o interesante.
El trabajo es en grupo cooperativo. Es una falacia pensar que el pensamiento es algo individual y privado. El pensamiento surge del diálogo.
Aprendemos a dudar y a asombrarnos ante las cosas que la vida nos presenta.
3.-Escribir voluntariamente la pregunta en la pizarra. Ofrecerla a los compañeros.
4.- Elección del tema y debate acerca del mismo en comunidad ( a veces lo hacemos primero en pequeños grupos ).
Investigamos sobre lo que no sabemos; buscamos y compartimos lo que vamos aprendiendo: Conceptos nuevos, nuevos significados.
Aprendemos a razonar; a usar y a descubrir criterios adecuados, buenas y no buenas razones, relacionar diversos temas y diversos puntos de vista, aprendemos a escuchar y a valorar las opiniones propias y las ajenas, desarrollamos la imaginación. Empleamos preguntas del tipo ¿Qué pasaría si...? ¿Cómo sería el mundo si...? etc.
Ponemos en funcionamiento lo que se ha llamado experimentos con el pensamiento. Como si el pensamiento estuviera en un laboratorio. No sólo los científicos emplean el laboratorio, sino que cualquier persona con inquietudes de mejorar y descubrir nuevos horizontes, como un novelista, un empresario, un periodista, un músico o un filósofo pueden y deben experimentar con sus pensamientos.
En esta fase se ponen en juego las diversas normas de convivencia y de diálogo y las habilidades de razonamiento:
a) negociar las normas del diálogo
b) pedir la palabra
c)participar
d) escuchar
e) aprender a razonar en el diálogo
f) aprender a argumentar en el diálogo
Todo sin perder de vista el objetivo de la propia filosofía y de cualquier ciencia: la búsqueda de la verdad. Para ello es igualmente necesaria una formación del profesorado diferente de la que existe hoy.
Especial mención merece el nuevo rol del profesor. Si los estudiantes son los protagonistas de su educación, el profesor debe prepararse pedagógicamente, ejercer su mayéutica, para ser capaz de ayudar y favorecer el crecimiento de sus alumnos para que sean capaces de desarrollar sus capacidades físicas, psicológicas, cognitivas y éticas. El profesor ya no es la persona que sabe más, sino la que es capaz de empatizar y alumbrar el aprendizaje de los alumnos. Profesor como nuevo Sócrates.
Es un papel mucho más importante. Ya no transmite los conocimientos estereotipados, muertos, que le han transmitido antes a él, a alguien que ni siente la necesidad de los mismos. Ya no parecemos expendedores de cadáveres. Ahora el profesor es quien da vida a las aulas, es creador de necesidades, de ilusiones, de esperanza, de vida.
Proponemos que no solo los alumnos, sino también nosotros los profesores recuperemos la ilusión, la alegría y las ganas de nuestra profesión y seamos capaces de contagiarla al resto de la sociedad.
En lugar de concebir la mente como un recipiente pasivo y vacío que debe ser rellenado con información y contenidos para poder ser educado”, se presupone que los niños aprenden al estar involucrados de manera activa en una exploración. Pensemos que niños diferentes tienen diferentes valores. Todo niño debería ser alentado a desarrollar y a articular su propio modo de ver las cosas. Pensar es un arte y cada uno lo hace de una manera.
La relación profesor – alumno se hace más horizontal, creando un ambiente de armonía y de creatividad en el que el niño y la niña se sientan cómodos y adquieran la seguridad en sí mismos necesaria para poder crecer.
El profesor posee autoridad en lo que se refiere a las técnicas y procedimientos empleados en la investigación. Es su responsabilidad asegurarse que se respetan los procedimientos apropiados, pero debe estar abierto a la diversidad de puntos de vista que manifiestan los estudiantes. Debe urgir a exponer los fundamentos y las implicaciones de cada opinión y nunca abortar el pensamiento de los niños, aunque adopten convicciones diferentes a las del profesor.
La transmisión de contenidos olvidando el análisis de las condiciones y características propias de los chicos y chicas es tarea de imposibles.
Un curso de filosofía en el nivel universitario no prepara al profesorado para traducir los conceptos y la terminología de la filosofía de una manera que los niños puedan entender. A no ser que el profesor reciba una formación mediante los mismos planteamientos didácticos que se supone que van a tener que utilizar en sus propias aulas, su formación será un fracaso. Si se espera que los profesores dirijan un diálogo, se les debe dar la oportunidad de implicarse en un diálogo filosófico y presentarles modelos que sepan cómo facilitar una discusión de manera filosófica.
Si se espera que el profesorado consiga que sus alumnos desplieguen una conducta inquisitiva, entonces deben ser enseñados por profesores que ejemplifiquen ellos mismos este tipo de conducta. Si se espera que los profesores enseñen a los niños a razonar, se les debe proporcionar práctica en el razonamiento que ellos mismos esperan de sus alumnos. Y sobre todo aprender a respetar los procedimientos de la investigación, si van a cuidar de ello en sus aulas.
Evaluación
Si se pretende lograr personas y ciudadanos autónomos y responsables, si los estudiantes han sido los protagonistas de su propia educación en las tareas de cada día, no pueden ser relegados de su protagonismo a la hora de comprobar el éxito o el fracaso de su trabajo. Parece obvio que en una comunidad en la que se ha realizado todo entre todos, todos participen en la evaluación y en la calificación finales. Poca autonomía y responsabilidad llegará a adquirir un estudiante que constantemente se ve sometido a decisiones, valoraciones, pruebas y calificaciones externas, ajenas a él mismo.
Una persona crítica, capaz de pensar por sí misma, debe tener la oportunidad de autocrítica y de autoevaluación. El alumno que ha decidido implicarse en la construcción de la comunidad de investigación, necesita también verse involucrado en el momento de la evaluación y no sentirse apartado en estos momentos tan decisivos.
Los niños se dan cuenta de lo difícil que resulta la tarea de evaluarse y poco a poco llegan a adquirir compromisos ante sus compañeros y, sobre todo, ante sí mismos que fortalecen su autoestima y su valía. Aprenden a ser conscientes de los criterios y de los objetivos a alcanzar. Aprenden a valorar. Esta tarea les muestra nuevos horizontes desconocidos hasta ahora por ellos y llegan a darse cuenta de que todos los ciudadanos deben ser responsables y comprometerse cada uno en las tareas que les ha tocado desempeñar en la sociedad.
Bien. Esto ha sido todo. Espero no haberles cansado demasiado, y que suceda que no solo hayan tenido que mirar muchas veces el reloj, sino que hasta hayan tenido que agitarlo pensando que se les había parado. Muchas gracias por su atención .