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  El Escorial a 23 de marzo de 2007     

Presentación del libro los secretos de Cervantes y el exilio de don Quijote.

José María Calvo Andrés

 

            Presentación, dice el presentador del libro, Alfredo Albar, es presentación del autor; para el libro se utiliza el prólogo, y el prólogo lo hace el autor. Añade, que suelen confundirse ambos términos. Sin entrar en este debate, hoy estamos aquí para hacer la presentación del libro de don José Luis Abellán: Los secretos de Cervantes y el exilio de Don Quijote, y por medio del mismo, adentrarnos y profundizar un poco más en el conocimiento del propio autor.  

            Y voy a hacerlo desde cuatro ideas centrales: La idea del secreto, la idea del exilio, anunciadas ya en el mismo título del libro; la idea de locura: ser o hacerse el loco como un modo de vida, un modo de solventar las dificultades; y por último  la filosofía del Quijote: El Quijote, como libro de sabiduría.  

            He leído y releído el libro con un entusiasmo y una avidez que ya no recordaba en mí. Pues todo lo que escribe Don José Luis Abellán despierta el interés desde el mismo título y necesita más de una lectura para ir desentrañando y captando la gran riqueza de matices y el gran acervo de enseñanzas que contiene. Toda obra buena tiende a resistirse a ser comprendida en una primera aproximación. Hay que darle vueltas y más vueltas, como Josué a las murallas de Jericó. Y a cada vuelta, tal vez consigamos que vaya cayendo un trozo de muralla, un trozo de cada secreto encerrado en ella, para mostrarnos otros y otros nuevos e inesperados.  

            He disfrutado y he aprendido con la lectura de este libro, pues llama la atención nada más tenerlo entre las manos. En primer lugar el título: Los secretos de Cervantes y el exilio de Don Quijote,  e inmediatamente la portada con el cuadro de don Quijote en el exilio de Antonio Rodríguez Luna del museo iconográfico del Quijote en Guanajuato, México. He disfrutado, digo, y he aprendido, porque los buenos libros, y éste que presentamos es uno de ellos, enseñan y divierten.  

            El título del libro nos alerta de que estamos ante un libro especial: un libro sobre Cervantes y a la vez sobre don Quijote; sobre el autor y el personaje, el inventor y el invento. Cervantes y don Quijote, don Quijote y Cervantes. Tanto monta, monta tanto. El autor se pregunta si es un libro sobre un personaje de ficción. ¿ Es Don Quijote solamente un personaje de ficción? o ¿representa don Quijote al mismo Cervantes? Vemos que don Quijote es Alonso Quijano, un noble venido a menos. Y ¿quién es este Alonso Quijano y por qué se convierte en don Quijote? No quiere recordar donde nació y se marcha de su pueblo, convirtiéndose en un exiliado... de sí mismo.  

            ¿Tendrá algo que ver Cervantes, su persona, su ser, sus ideas, su vida, con don Quijote? Más aún, el libro va sobre los secretos de Cervantes relacionados con el exilio de don Quijote.  

            Este mismo título de la obra nos señala la dirección que debe seguir nuestra mirada: los secretos de Cervantes. Y entramos de lleno en la primera de las ideas anunciadas.  

            Don José Luis Abellán nos ofrece un libro en el que nos da a conocer a Cervantes, a través de sus secretos, a través de lo que no aparece explícitamente en su obra, y para ello ha seguido un camino, ha dirigido su penetrante mirada a lo que subyace en él. Vamos a conocer a Cervantes a través de sus secretos, de lo que no dice o no hace. Refiere el autor que cuánto más se adentraba en el Quijote mayor número de secretos se le presentaban. Trató, entonces de acercarse al propio autor, a su vida,  pero volvió a encontrarse rodeado de más y más secretos.  

            Y es que los genios son siempre arcanos, nunca se muestran completamente, de otra manera no serían genios. El Quijote, nos dice el libro, es la máxima expresión del secretismo cervantino, a la vez que su genial creación. No en vano Don Quijote es un genio, el ingenioso hidalgo don Quijote de la mancha.  

            Pues bien, un ser genial y una obra genial, no se conciben sin sus correspondientes secretos. Una obra maestra es de y para toda la humanidad. La humanidad de todos los tiempos necesita ir descubriéndola y construyéndola desde la circunstancia y perspectiva de cada uno y de cada momento histórico.  

            El Quijote, traducido a todos los idiomas, leído y estudiado en todas las épocas y por toda clase de personas, continúa en pie, mano en ristre, iluminando los caminos, los nuevos caminos manchegos de cada mundo. El loco caballero de la triste figura, es el mejor secreto por el que parodiando los libros de caballerías, Cervantes nos ofrece el mejor, el más excelso de todos, el que nunca muere y permanece siempre vivo en las mentes de todos los habitantes de la tierra.  

            Y si el Quijote enseña secretos, ¿qué decir de la propia vida de su autor? La vida de Cervantes nos muestra tantos más secretos que la obra que nos legó. Y es que la propia vida de Cervantes también ofrece a la humanidad de todos los tiempos y edades motivos suficientes para pensar, sentir, para soñar y vivir.  

            Claro que estos son unos secretos a voces, porque Cervantes quiere que los conozcamos, quiere denunciar situaciones de injusticia y de marginación, pero eludiendo el posible peligro ante los más responsables de que tales situaciones se den. Parece lógica esta actitud, puesto que por unos motivos o por otros, ya ha conocido la cárcel.  

            Cervantes no podía contar su vida y sus ideas en la sociedad en la que vivía y tuvo que recurrir a los secretos, a los exilios, y plasmar en un loco caballero los mensajes que quería comentar y hacernos llegar. Utiliza a su genial criatura para comunicar lo que de otra manera le era imposible expresar y, después de mostrarnos toda una panorámica de la época, hace esta excelente y profunda crítica de la misma, sin que las autoridades tengan la más mínima sospecha.  

            Más allá de las circunstancias históricas de la época de la España del siglo XVI, importantes en sí mismas, que el libro refleja espléndidamente y que resumimos en la España inquisitorial, una España represiva, en la que nadie se atrevía a pensar en voz alta por miedo a sufrir las consecuencias, una España defensora de la fe y del linaje tradicional; de los castellanos viejos. Cervantes deja bien claro que el mejor linaje son los actos de cada uno: “ cada uno es hijo de sus obras”, dice. Cada uno es artífice de su ventura.

            Y, por otro lado, la España alucinada por los acontecimientos que acababan de vivir y que llevaba a tener una vida ilusa, una España mesiánica, con la creencia en unos designios divinos. Una España recién construida, orgullosa de sí misma, que se siente elegida para descubrir y cristianizar un nuevo continente, emperadora de Europa y del mundo, con un imperio en el que no se ponía el sol. Vencedora de los turcos en “La gloriosa batalla de Lepanto”, en la que nuestro autor fue un héroe. Más tarde llegaría la decepción, el hambre y las enfermedades.  

            Este contraste entre los más alto, que podemos enclavar en los místicos que se elevaban hasta un reino superuranio y vivían en unión con Dios; y por otro lado, lo más bajo, pícaros que se arrastran por la vida; todo esto, vivido en pocos años, es lo que produce la alucinación de la época.  “ No parece sino que se han querido reducir estos reinos a una república de hombres encantados que viven fuera del orden natural”, escribe González de Cellórigo. El país, escribe el profesor Abellán, empezó a vivir una especie de locura colectiva. Todo el mundo aspiraba a un destino extraordinario: ir a América de conquistador, hacerse místico codeándose con Dios, triunfar en los tercios.  

            El mismo Cervantes se crió bajo los ideales imperiales de Carlos V y creyó en las glorias de aquel momento histórico. Estuvo tentado por el afán de gloria cuando participó en la batalla de Lepanto bajo el mando de don Juan de Austria. No es extraño que su criatura esté presa de esos mismos anhelos. Parece claro que Don Quijote fue uno de los protagonistas “alucinados” que vivían en esa “república de hombres encantados”. Los encantadores intervienen constantemente en sus aventuras. Don Quijote está convencido de que los encantadores trastocan las cosas haciendo que lo bello parezca feo”, o que los gigantes se conviertan en simples molinos .  

            Ya devuelta a la patria, espera un gran porvenir, merece una recompensa por los servicios prestados. Desde las alturas comienza a caer en la cruda realidad, hasta dar con sus huesos, primero cautivo en Argel, y ya en casa, en la cárcel por dos veces. Los sueños se han desvanecido. Otro tanto le ocurre a Don Quijote.  

            El Quijote surge cuando Cervantes se da cuenta de lo iluso que ha sido y de lo loco que ha estado por creer en la gloria y en la justicia. Cervantes se transmuta en el Quijote exiliado, el loco que se convierte en caballero andante para lograr la justicia y acaba derrotado. Es el exilio interior de Cervantes que deja de ser él para  reencarnarse el otro. Y estamos ya en la segunda de las ideas propuestas.  

            Don Quijote da la espalda a las ciudades, no quiere recordar donde nació y vaga por los caminos, con la denuncia constante en su boca.  

            Alonso Quijano se transforma en caballero andante para realizar los altos ideales de la nación española: defensor del honor y de la fe, del orden y la moral. Es el Cervantes de Lepanto, el auténtico símbolo del español de la época. La caballería andante le pareció al manco inmortal el símbolo más expresivo del idealismo español. Don Quijote salió a buscar su verdadera patria 98; pero no logró encontrarla: No conquistó tierras, sino cielos para la España celestial. 

            Cuando Don Quijote muere, no muere su personaje. Cervantes lo hace inmortal, y, a la vez, don Quijote hace inmortal a su creador, a Cervantes.  

            Su compañero Sancho encarna la simbolización del realismo español que se resiste a todo idealismo ilusorio.

            “El Quijote puede ser considerado como una sinfonía con distintos tiempos en que temas y variaciones se alternan entre sí con el protagonismo de los instrumentos que se tocan en cada ocasión. Muestra un amplio panorama de la época, un espejo de lo que era aquella sociedad en transición entre el siglo XVI y el XVII.”, podemos leer en la página 59 del libro.   

            En esta España alucinada que estamos describiendo, el mundo de la representación, del teatro, adquiere protagonismo propio. Tenemos a Lope de Vega, Calderón de la Barca , Tirso de Molina. Don Quijote está representando un papel, su papel, en aquella España alucinada Los hombres de la época saben que tienen que representar un papel y aparentar lo que no son. Unos se hacen soldados y otros presumen de hidalgos.  

            Así entramos en la tercera idea. La locura de Don Quijote. Cervantes, hijo de su tiempo, recibe la influencia de los escritores de la época, y quiero fijarme en primer lugar en Erasmo de Rótterdam y su obra “Elogio de la locura”. El erasmismo en Cervantes y en España, también estudiados por Don José Luis. Se dice que El Quijote procede de la obra erasmiana, disfrazado en forma de novela satírica en loor de la o las locuras humanas.  

            Escribe Vilanova que Cervantes encontró en el libro de Erasmo de Rótterdam un sistema completo de ideas y doctrinas acerca de la enajenación, que desarrolló de forma novelesca en la redacción del Quijote, merced a un esfuerzo gigantesco de su genio. Tienen en común el evidente propósito de satirizar la necia vanidad y la ridícula presunción de los escritores y hombres de letras que quieren disimular (ocultar) su propia ignorancia bajo un ostentoso alarde de erudición y saber”.  

            Las lecturas, el exceso de las mismas, secan del cerebro y lo abren a la locura. Vemos aquí reflejada otra influencia, la del insigne médico Juan Huarte de San Juan. A Don Quijote le pasó, se le secó el cerebro del mucho leer: pasaba las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio. El mismo Cervantes fue un empedernido lector, Don José Luis reconoce ser otro empedernido lector ¿y nosotros? ¿Somos o estamos locos por causa de la lectura?  

            Seguramente no estamos locos ni lo deseamos, porque no leemos libros de esos que pueden secar el cerebro y exaltar patológicamente la imaginativa. Y tal vez sea esa nuestra desgracia. Disuena su voz, escribe el doctor Abellán, en la música estridente de nuestro tiempo, música de aturdidos que prefieren el ruido a un silencio que los asusta, porque podrían oír su propia voz y no reconocer la realidad de su condición.  

            Se dice que “Quien anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho”  

            La cuarta y última de las ideas elegidas es El Quijote como libro de sabiduría, porque el Quijote es el mejor de los libros de filosofía. Entiendo por filosofía el amor a la verdad. El filósofo, dice Nietzsche, es el amante de la sabiduría, no el que está casado con ella. El Quijote es, además del primer libro de caballerías, el que nunca ha dejado de existir; es,  el mejor libro de la vida. Cervantes nos entrega un caudal de sabiduría universal”.  

            Utiliza a su caballero y escudero Sancho para mostrar a quienquiera conocerlos “experiencias, meditaciones, críticas, pensamientos. El Quijote es la obra de toda una vida, en la que su creador va depositando el acervo de saberes, conocimientos y experiencias, de sabiduría universal a lo largo de muchos años La propia filosofía cervantina de la vida y del mundo.  

            Idealismo y realismo, las dos máximas corrientes de la historia de la filosofía, se encarnan y cobran vida en los personajes de la novela cervantina, llevando al Quijote hacia cotas insospechadas y elevándolo hacia una trascendencia infinita, desde la época del romanticismo. Ya y para siempre, Don Quijote y Sancho son los dos polos del alma española, según el hispanista alemán Ludwing Pfandt, y también los dos polos de toda la humanidad.  

            Nadie pone en duda que El Quijote es el gran precursor de la filosofía moderna. La influencia en Descartes, padre de la misma, aparece claramente. La persona, el pensamiento, como sujeto protagonista del hacer filosófico. Pienso, luego existo, dice Descartes. Pero en este pensar puede existir algún genio maligno que me haga ver lo que no es verdad. Vuelve Descartes a encontrar encantamientos como le había ocurrido a Don Quijote.  

            El Quijote está ahí, presto a quien se acerque a él con ese doble objetivo de divertirse y de aprender. Se ha hablado mucho durante estos no tan últimos años acerca de si los niños y los jóvenes deben aprender divirtiéndose o sufriendo, cosa que no tiene que ver necesariamente con el esfuerzo o la falta de él. Muchas personas realizan un esfuerzo que les agrada les divierte y les llena de satisfacción.  

            Don Quijote es reconocido como el creador de la literatura moderna, y es también el primero de los filósofos. Cada página está llena de los pensamientos propios de la filosofía moderna. Es su pionero, anticipa el papel de la subjetividad como núcleo de todo pensamiento frente a la materialidad de los antiguos:  

            “Yo sé quien soy… y sé quien puedo ser…”  

            Esta filosofía de la subjetividad lleva a Don Quijote a convertirse en el adalid de la libertad y de la justicia. Si la filosofía es amor, como hemos dicho, nadie ama más que Don Quijote. Caballero andante en busca de la verdad y de la realización de la justicia. Está convencido de tener una misión que cumplir, una tarea que llevar a buen fin: “buscar follones y malandrines, enderezar entuertos, reparar injusticias, proclamando sus verdades con voz tan alta que no haya paraje al que no llegue. Es el despertador de las conciencias, que se ha vuelto loco, pero loco de amor. Está poseído de una locura redentora, como dice Unamuno.  

            Y si Don Quijote es el primer filósofo, otro tanto podemos decir de su creador, de Cervantes, de manera que la obra en sí es también el primero y el mejor libro de filosofía.  

            Representa a todos los seres humanos.. El ser humano es un ser siempre exiliado por naturaleza. Nos exilian para llegar a este mundo, somos arrojados a la vida, como dicen los filósofos existencialistas, sin que cuenten con nosotros. No olvidemos que nuestros primeros padres, según la Biblia , fueron expulsados, arrojados del paraíso para caminar errantes toda la vida.  

            Un ser humano es un ser sin destino, como un interrogante curvado sobre un viejo rocín cualquiera en la llanada manchega, que dice Ortega. Los seres humanos vivimos exiliados en un mundo que no es nuestro mundo. Caminamos errantes de un lado para otro, y de una pequeña felicidad a otra que nos parece mayor. Ese es nuestro interrogante, pues todos sabemos que un día no muy lejano, tenemos que abandonar no solo nuestra cota de felicidad alcanzada, sino nuestra propia vida humana. Pero, a la vez, el hombre tiene ansias de inmortalidad. Sordo a la trascendencia, al hombre común es preciso molestarle, para que salga de sí y recuerde: “sólo es hombre hecho y derecho el hombre cuando quiere ser más que hombre”.  

            El exilio de Don Quijote representa sobre todo el problema de España, pero de la España exiliada podría hablarse en otro momento.  

            No quiero olvidar el diálogo como método, en el Quijote. El diálogo es la esencia de la sabiduría. Saber hablar y, sobre todo, saber escuchar. Don Quijote está dialogando continuamente con Sancho. No puede existir un Quijote sin un Sancho con quien debatir y confrontar sus ideas. Aunque más bien, Sancho podría ser la excusa para la expresión de Don Quijote.  

            Necesitábalo (a Sancho)para hablar, esto es, para pensar en voz alta, sin rebozo, para oírse a sí mismo y para oír el rechazo vivo de su voz en el mundo.  

            Cervantes consolida la modernidad en el ámbito de la literatura.  

            Termino ya con este último pensamiento: Todo lo bueno que hay en este mundo procede de personas ingenuas como Don Quijote que arremeten contra toda clase de gigantes disfrazados de molinos y no se escudan pensando que son solamente molinos para no comprometerse en la vida.

            Cervantes y Don Quijote nos enseñan a pelear contra nuestros propios gigantes, a menudo disfrazados de molinos. El miedo que alimentamos dentro de nosotros, nos hace ver molinos de viento en los desaforados gigantes que siembran el mal por la tierra. Gracias Don Miguel, gracias Don Quijote por ayudarnos a descubrir gigantes, donde la mayoría no ven más que molinos.  

            Y parafraseando al otro gran Miguel, a Don Miguel de Unamuno lanzo esta proclama: Gracias Don Quijote por despertarnos de nuestra eterna soñarrera. No necesitamos maestros de cordura, ni curas o bachilleres. Locos necesitamos que siembran para no cosechar. Cuerdos que talen el árbol para alcanzar el fruto abundan por desdicha..¿dónde están los lunáticos, los idealistas, los renunciadores, los ascetas, los románticos, que apenas se ven por ninguna parte?... tierra es ésta de vividores.

             Muchas gracias

 

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