Profesor ¿para qué? ¿Cómo es el profesor del siglo XXI?

 

        Este libro que tienes en tus manos es un viaje en el tiempo, un viaje hacia un tiempo ya pasado, que fue, pero que ya no es, hacia una vida vivida e irrecuperable. Como todo viaje, es una búsqueda. Caminamos buscando algo. ¿Por qué, para qué viajar al ayer? ¿Qué nos impele a volver atrás? ¿Recuperar el tiempo? ¿Recuperar la memoria? ¿Querer volver a vivir? ¿Vivir lo no vivido? Algo nos empuja a volver al pasado para reescribirlo. Es una especie de recordatorio. Un mirar hacia atrás que me lleve a valorar y a ser un poco más consciente de las experiencias vividas. Toda vida es una experiencia.

        Tenemos sueños, soñamos. Vivimos. Estamos vivos. Yo tuve mi sueño, más bien mi vida estaba llena de sueños a realizar después de soñar. Unos los realizamos y otros quedaron en el mundo de lo posible, de lo que pudo ser.

        Nuestra vida es nuestra historia personal. Un viaje es un proceso terapéutico que se despliega a través del turbulento y no siempre placentero ejercicio de la narración. Quiero conocer el por qué, el cómo, el para qué de mi existencia. Necesitamos mirar atrás para comprender, tomar nuevos impulsos, y volver la mirada hacia adelante para continuar escalando peldaños en el vivir.

        Este afán de desvelar lo pasado, de caminar en busca del sentido de la propia existencia, puede significar el último combate entre la vida y la muerte. Queremos vencer a la muerte, al olvido. No nos resignamos a desaparecer y luchamos para preservar lo eterno de nuestro vivir en la memoria, en la imaginación. Recordar es vivir otra vez. Mi vida no siempre está llena. Necesito llenarla con mis vivencias pasadas. Traerlas, hacerlas presentes, vivirlas como si fuera la primera vez. «Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos», dice el narrador del cuento borgiano «Funes el memorioso».

        Para un profesor acostumbrado a dar sus clases de forma más o menos regular y sin grandes modificaciones o imprevistos, el solo hecho de decidir un día comenzar a escribir en un diario todo aquello que pasa en cada hora de clase, seguramente le llevará, casi involuntariamente, a ver la realidad del aula de manera diferente, seguramente el paisaje se presentará desde nuevas e insospechadas perspectivas. Esto nos lleva a concebir un modelo de «profesor investigador», el cual, a partir de su propia práctica, es capaz de producir conocimiento que pueda revertirse sobre su quehacer docente, ser intercambiado con otros profesionales, socializarlo y enriquecerlo cooperativamente.

José María Calvo, Memorias de un profesor, Ápeiron Ediciones, Madrid.