José Mª Calvo Andrés
Buenas tardes y bienvenidos todos a esta vuestra casa,
el Ateneo Escurialense.
Hoy está con
nosotros de nuevo la filosofía. Me pregunto de nuevo ¿Qué puede
ofrecernos la filosofía? A los niños puede ayudarles a
aprender a ser, a aprender a pensar por sí mismos, a sentir, a
razonar, a argumentar, a tener pensamiento crítico y creativo
para no dejarse adoctrinar ni manipular por otros, a vivir que es convivir,
vivir con otros, a con sentir que es también sentir con los otros,
a simpatizar, es decir a tener pazos, a comprender a los otros, a desarrollar
un carácter y una personalidad equilibradas, para llegar a ser
personas y ciudadanos responsables….
Podría continuar
enumerando los objetivos a conseguir en la educación de los jóvenes,
pero ¿a los mayores qué? ¿Están educados
ya? ¿Qué puede ofrecerles la filosofía? La filosofía
nos ayuda a vivir, a mantener nuestra salud mental.
Lo que la medicina es
para el cuerpo, es la filosofía para el alma, dice el filósofo
griego Epicuro, y continúa: una filosofía que no ayude
a vivir mejor, no merece la pena.
Es una toma de
conciencia. Conciencia de la vida, de nuestra vida. Esta vida como baile
de vida y muerte, de creación y putrefacción. En algún
instante de ella, perdimos la unión con la naturaleza y nos quedamos
con el deseo, con un anhelo profundo hacia esa unión. Tal vez
estamos aquí en el Escorial y en este Ateneo Escurialense queriendo
satisfacer este anhelo. Algo ha desaparecido y lo buscamos con ahínco.
Tendemos a una nueva armonía mente cuerpo, a una nueva naturaleza.
Como de costumbre y siguiendo
las pautas de lo que es la verdadera filosofía, propongo una especie
de tertulia, de diálogo. Uno de los objetivos que siempre se ha
propuesto el ser humano y la sociedad, es aprender a dialogar con respeto
y libertad. Podríamos llamarlo debate, discusión, etc.,
siempre que tengamos presente a lo que venimos. Lo contrario nos ha
costado caro a lo largo de la historia.
El diálogo, el
verdadero diálogo nos invita a abrirnos a las opiniones de los
otros miembros, pensando en que vamos a enriquecernos de esta diversidad
de opiniones. Cada uno vemos las cosas desde nuestra circunstancia concreta,
que se enriquece desde las circunstancias de los otros. Eso no quiere
decir que no defendamos nuestras opiniones y nuestras creencias, pero
con una actitud de pensar que podemos estar equivocados, o que los demás
participantes pueden mostrar aspectos del tema que nosotros solos no
vemos.
Un médico, por
ejemplo tiene su creencia acerca de la situación de un enfermo,
pero puede apoyarse en otras opiniones, enriquecerá su punto de
vista, y el enfermo tendrá más oportunidades de curarse.
Una conversación
es como una danza. Se tiene que encontrar quien quiera participar en
ella; luego se puede seguir el ritmo o no, hay gestos, miradas… La
comunicación no verbal es importante.
Tengamos presente que
hay muchos enemigos del diálogo, no solo en la defensa de nuestras
creencias, sino también en lo que sustenta estas creencias, en
lo que subyace detrás de ellas.
El diálogo respeta al otro, no intenta cambiarlo, de la misma
manera que yo no quiero que el otro quiera cambiarme a mí. Nadie
tiene derecho a intentar cambiar a nadie. Ya cambiaré yo si veo
que tu vida en mejor que la mía, pero tú que eres mi
amigo, que me quieres, respétame y no me obligues a hacerlo. Tú solo
muéstrate, dame ejemplo. Déjame aprender por mi mismo,
deja que me equivoque. Es mi vida.
En el espíritu
del diálogo, nadie trata de ganar y, si alguien gana, todo el
mundo sale ganando. En el diálogo no se trata de obtener más
puntos ni de hacer prevalecer una determinada perspectiva porque, cuando
se descubre un error, todo el mundo sale ganando. El diálogo es
un juego al que podríamos calificar como «ganar-o-ganar» (a
diferencia de lo que ocurre en discusiones del tipo «yo-gano-tú-pierdes»).
Pero el hecho es que el diálogo es algo más que una participación
común en la que no estamos jugando contra los demás sino con ellos.
En el diálogo
podemos agotar los temas, pero nunca a los dialogantes. En este espíritu
de diálogo que propongo ante vosotros, todos tenemos que estar
dispuestos a cuestionar nuestras creencias. No hay nada incuestionable.
Hoy viene a dialogar
con todos nosotros el filósofo Nietzsche, (1844–1900)
o cómo filosofar a martillazos.
Pocos filósofos
han influido más que Nietzsche en los destinos de occidente. Oteó la
crisis de los fundamentos culturales que habían de revolucionar
nuestro tiempo, y su doctrina pretende partir de la superación
de esa crisis. Al preconizar la negación de unos valores antiguos,
anima a afirmar otros nuevos.
En la estética, ¿cómo
comprender sin Nietzsche el advenimiento del arte posterior a él,
en busca de la visión superadora, inédita y transformadora?
En filosofía no
pocas corrientes han sentido su impacto. El neokantismo, la fenomenología
le debe gran parte de su teoría de los valores, las filosofías
de la existencia…; el nacismo de Hitler se sirvió de Nietzsche
para justificar sus excesos. No se puede comprender nuestra época
sin las aportaciones de Nietzsche.
No basta recordar la transmutación de valores anhelada por la
revolución de mayo del 68 en toda Europa
.
Nos encontramos en el
siglo XIX, también sucedieron cosas interesantes, muy interesantes.
Siglo de conflictos entre la burguesía y el proletariado, en el
que surgen nuevas clases sociales fruto de la revolución industrial.
La revolución industrial vino a dar al traste con las reminiscencias
del mundo medieval y a superar las ideas de la modernidad. Surgen nuevas
clases sociales que se enfrentan al sistema de privilegios anterior,
y un sentimiento nacionalista, que lleva a surgir las últimas
naciones de Europa.
El liberalismo burgués
se enfrenta a los valores tradicionales, al racionalismo; el socialismo
y el comunismo reaccionan frente al cristianismo. Surgen los movimientos
artísticos como el romanticismo, el naturalismo, el realismo,
el modernismo. Es el siglo de Sthendal, Baudelaire, Valle- Inclán,
Goethe, Victor Hugo, Monet, Renoir, Van Gogh, Picaso. Triunfan las
ideas evolucionistas...
En filosofía están
algunos de los más grandes de toda la historia, Hegel (1770 – 1831),
a Comte y el positivismo, Carlos Marx, o Darwin, entre otros pensadores
importantes de este siglo XIX. Fue el siglo de Goethe, la continuación
de los grandes músicos del siglo XVIII, de las corrientes realistas,
Es el siglo de Don Juan Tenorio y de Don Francisco de Goya. Y muchos
otros....
Pero va a ser el propio Nietzsche
quien se va a dirigir a todos ustedes. Con todos Friedich Wilhelm Nietzsche.
Buenas tardes y muchas
gracias por estar ahí. No sé como comenzar o cómo
presentarme. Nací un 15 de octubre de 1844 en la ciudad de Röcken,
dentro de una familia “que se había tomado la religión
en serio, de lo que yo estaba muy orgulloso”. Recibí una
gran educación en el humanismo.
En la universidad, abandoné los
estudios de teología por la filología clásica y
por la música.
Continué mi alejamiento
del cristianismo por las pretensiones de tener la verdad con exclusión
de los demás, y en mis clases me preocupé sobre todo de
que los estudiantes adquierieran juicio personal y reflexionaran sobre
por qué y cómo saber.
Aprendí y admiré sobremanera
en mi juventud al filósofo Schopenhauer. Su grandiosa obra “El
mundo como voluntad y representación” revolucionó todo
mi ser, dejó dentro de mí una huella tal que ha rebosado
siempre por todos mis poros. También gocé de la amistad
del músico Wagner. Yo mismo me ejercité también
en este arte. Me entusiasmó y me apasionó la música
wagneriana siempre acompañada de ensayos filosóficos, y
comprometida con la lucha contra la alienación cultural.
Más tarde Wagner
me decepcionó cuando se incorporó a la cultura tradicional
alemana y a los círculos antisemitas.
Tantos y tantos pensadores
a lo largo y ancho de toda la Historia de la humanidad han nutrido
mi alma.
A los 25 años
ya era profesor de universidad, en la que puede verse mi huella,
y a los 40 me sobrevino una grave enfermedad mental que no me abandonó hasta
la muerte.
Se dice que mi
pensamiento no es nada fácil de comprender. Claro, depende de
lo que cada uno vaya buscando. Mi pensamiento no sigue unas reglas más
o menos rígidas, no es sistemático, sino que fluye en continua
evolución. Asciende y desciende continuamente. Pertenezco a esos
filósofos a los que es preferible leer directamente más
que escuchar lo que alguien o yo mismo venga a hablar sobre el tema.
He querido ser diferente,
y tener un estilo propio, idóneo a mi personalidad. Me gusta dejar
los temas abiertos al debate, sugerir en lugar de afirmar, por lo que
dicen que mi filosofía se vuelve enigmática y misteriosa.
También dicen que soy brillante.
No me gusta ser
sistemático, pues los grandes sistemas filosóficos han
colaborado a crear las mayores aberraciones de la historia de occidente.
La filosofía como sistema se convierte en algo hecho, rígido,
muerto, incluso dogmático. Todo lo contrario de lo que yo he querido
proponer: mi filosofía es búsqueda continua de la verdad,
pensar sin certezas, algo vivo.
“He llegado a mi verdad por muchos caminos y de muchas
maneras, no he subido por una sola escalera a la altura desde donde
mis ojos miran a lo lejos. Y siempre me ha costado trabajo preguntar
por los caminos, nunca me gustó. He preferido siempre interrogar
y someter a prueba a los mismos caminos.
Probando e interrogando, esa fue siempre mi manera
de caminar. Y, en verdad, hay que aprender también a
contestar a tales preguntas. Pero ese es mi gusto, ni bueno
ni malo, sino mi gusto, del cual no tengo que avergonzarme
ni porqué ocultarlo.
Este es mi camino ¿dónde está el
vuestro? Así contestaba yo a los que me preguntaban
el camino. Porque el camino… el camino no existe”.
No sé si
me conocéis, si habéis leído alguno de mis libros
o si, como suele suceder muy a menudo, sabéis más por lo
que os han contado que por haberme leído. En este caso vuestra
opinión dependerá, en gran medida, de quien os la haya
contado. Hoy quiero mostrarme tal como creo que soy.
Mi pensamiento, como
algo vivo es más difícil de entender que el de otros filósofos
más sistemáticos; a estos se les explica fácilmente,
pues se conoce “su filosofía”. Mi filosofía
consiste en no ser filosofía.
Tampoco quiero
que se me recuerde como un icono más, como otra obra de arte expuesta
en un museo, no. Mi filosofía no está muerta, sino que
es vida permanente, que rompe las barreras del tiempo para continuar
martilleando incesantemente las conciencias, con el propósito
de abrir nuevas rutas en este nuestro caminar por la vida. Yo enseño
cómo filosofar a martillazos.
Ya sabéis que todos somos filósofos,
si sabemos y queremos amar, pues
“El amante de la filosofía, y no el que está casado
con ella, es el verdadero filósofo”
Mis
obras son regalos para la humanidad, han conseguido un estilo vivo y
bello. ¡Quien no ha disfrutado leyendo. Así habló Zaratustra,
por ejemplo. O Humano, demasiado humano, La Gaya ciencia, Más
allá del bien y del mal. El ocaso de los ídolos. El
Anticristo, Ecce homo, Aurora, etc., todas pueden hacer disfrutar y
aprender a…
Me han llamado filósofo
de la denuncia o de la sospecha, juntamente con otros contemporáneos
míos. Tal vez ustedes, igual que yo mismo, se hayan extrañado
de que existiendo unas condiciones materiales muy favorables y unas excelentes
ideas filosóficas, nuestra sociedad no haya avanzado demasiado
en los asuntos de desarrollo humano, en la práctica de estos derechos,
y existan guerras, abusos, injusticias, atropellos, marginaciones, etc.,
esto ya es una denuncia. He denunciado estas situaciones de injusticia,
de inmoralidad, de nihilismo, existentes en nuestra moderna sociedad,
y he practicado una filosofía desenmascaradora y agresiva, ofreciendo
nuevos y más cabales caminos. Esto podría considerarse
una denuncia, un denunciar un estado de cosas para, a partir de cualquier
posible nihilismo (nihil =nada), poder continuar con nuevos bríos.
La
crítica a los valores occidentales: el nihilismo
Mi filosofía denuncia
los valores de la cultura occidental, esta cultura nuestra, a la que
llaman civilización y que está basada, fundamentada en
las doctrinas socráticas, platónicas y cristianas. Está asentada
sobre la metafísica socrático-platónica y sobre
el cristianismo y la moral que éste engendra.
Lo primero que constatamos
es que si algo caracteriza a la civilización (tradición)
occidental es que es hostil a la vida, que la odia, que ha trastocado
los valores de la vida.
En educación
puedo decir que no es aprendiendo lo dicho o lo escrito para repetirlo
y sonorizarlo como uno se forma, sino que ha de inventarse uno su modo
de ser. Se hace necesario fomentar estímulos para la elevación
y perfeccionamiento del hombre.
Una democracia
que, lejos de la política y dictadura de partidos, que imponen
el despotismo para conseguir votos, libere al hombre para una convivencia
democrática auténtica.
Si observamos la
filosofía, todas las corrientes filosóficas del siglo (no
voy a enumerarlas) son manifestaciones tardías de estos valores
anti- vida.
La
filosofía consiste realmente en cuestionarse, en revisar todo,
mi pensamiento se encuentra a la altura de las circunstancias; en este
sentido es uno de los más filosóficos. Pretendo denunciar
que toda la realidad, la verdad que nos han transmitido, la moral, la
religión, la cultura occidental, incluso la misma razón;
todas ellas pueden no ser tan racionales como parecen. Todos hemos podido
comprobar en innumerables ocasiones que lo que hemos visto o escuchado
muchas veces llega a resultarnos tan familiar, que se nos ha convertido
en algo demasiado evidente, y nos parece lo más lógico
del mundo.
¿Se han
fijado ustedes en la tarea de los filósofos? Son egipcíacos,
se han dedicado a la misma tarea que los egipcios, a hacer momias. Han
cogido la filosofía viva para matarla, enlatarla y ofrecerla muerta,
momificada. Solamente sirve para ponerla sobre un papel de examen, sobre
páginas muertas de libros muertos, y para presumir de eruditos. ¿A
quién puede interesar una filosofía así?
Mi crítica a la tradición occidental
se dirige fundamentalmente en tres frentes:
1. La crítica a la moral (socrático-cristiana). (Moral
de esclavos).
2. La crítica al cristianismo.
3. La crítica a la metafísica socrático-platónica .
Comenzamos
con este texto de la obra "Así habló Zaratustra"
“¿No habéis oído
hablar de aquel hombre loco que, con una linterna encendida en la claridad
del mediodía, iba corriendo por la plaza y gritaba: “busco
a Dios”. Y que precisamente arrancó una gran carcajada
de los que allí estaban reunidos y no creían en Dios? ¿Es
que se ha perdido?, decía uno. ¿Se ha extraviado como
un niño?, decía otro, o ¿es que se ha escondido? ¿Tiene
miedo de nosotros? ¿Ha emigrado?, así gritaban riendo
unos con otros. El hombre loco saltó en medio de ellos y los
taladró con sus miradas. “¿Adonde se ha ido?”,
exclamó, voy a decíroslo. Lo hemos matado nosotros. Vosotros
y yo. Todos somos sus asesinos, pero ¿Quién nos ha dado
una esponja capaz de borrar el horizonte?¿Qué hemos
hecho para desprender esa tierra del sol? ¿Hacia dónde
se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros,
apartándonos de todos los soles? ¿No nos precipitamos
continuamente?, ¿hacia atrás, adelante, hacia un lado
y a todas partes? ¿Existe todavía para nosotros un arriba
y un abajo? ¿No vamos errantes como a través de una nada
infinita? ¿No nos absorbe el espacio vacío? ¿No
hace más frío? No hubo nunca hecho más grande –y
cuantos nazcan después de nosotros pertenecerán a una
historia superior a toda la historia precedente, a causa de este hecho.
Este suceso enorme está todavía en camino, no ha penetrado
aún en los oídos de los hombres. El relámpago
y el trueno necesitan tiempo, la luz de las estrellas necesita tiempo.
Los hechos necesitan tiempo, aún después de haberse realizado,
para ser vistos y oídos”.
“Donde
termina el reino de Dios, comienza la vida”
Después de la
denuncia a la moral (socrático-cristiana). (Una moral de esclavos),
haré una crítica al cristianismo, para terminar con la
crítica a la metafísica socrático-platónica,
a la ontología y a la ciencia.
“DIOS
HA MUERTO”
Ha muerto el Dios
falseado por los hombres, el Dios del cristianismo, el viejo Dios. La
muerte de Dios y no el nacimiento de Cristo es el hecho más importante
de la Historia. Ya somos libres para emprender la gran tarea de la transvaloración.
La inquietud de Dios aguijonea continuamente a los hombres.
“La fe en
el Dios cristiano se ha hecho increíble”
Hay
hoy muchos movimientos de masas, muchos rebaños que comparten
la psicología común de la masa. ¿Dónde
ha quedado el individuo y sus valores personales?
No comparto la pena y
el altruismo, detesto el énfasis de la cristiandad en la piedad
que eleva a los de mente débil. Desprecio al Estado,
a los socialistas y a los anarquistas. Tampoco me llenan las democracias.
Todos siguen una moral del rebaño, del resentimiento. Sólo
ciertos individuos pueden romper esta moral de esclavos.
a) Lo apolíneo y lo dionisíaco
"Zeus ha terminado todas las cosas –dice un verso órfico-,
y Dionisos les ha dado remate. Este remate es la creación de la
belleza".
En Leipzig, durante mi
período universitario, cayó en mis manos “El mundo
como voluntad y representación” de Schopenhauer. Conmovió profundamente
mis entrañas. Comprendí que la vida es una irracionalidad
cruel y ciega, dolor y destrucción. Y que el arte es el único
que puede ofrecer al individuo la fuerza y capacidad necesarias para
afrontar el dolor de la vida, diciéndole sí, afirmándola.
En mi primera obra “El origen de la tragedia” escrita en
1872, siendo ya profesor universitario en Basilea, mostré que
los griegos (presocráticos) ya sabían que la vida
es terrible, inexplicable y peligrosa. Pero aunque comprendían
el carácter real del mundo y de la vida humana no se entregaban
al pesimismo volviendo las espaldas a la vida. Lo que hacían era
transformar el mundo y la vida por medio del arte. Y por eso eran capaces
de decir sí al mundo como fenómeno estético.
Ahora bien, había
dos formas de hacerlo, las actitudes apolínea y dionisíaca.
Apolo es símbolo de la luz, de la medida, de la serenidad, del
límite. Representa el principio de individuación. La actitud
apolínea está expresada en el mundo brillante de la visión
de las divinidades olímpicas por sus formas bien acabadas y armónicas.
Bajo la moderación, bajo su devoción al arte, a la belleza
y a la forma puede verse el oscuro, turgente e informe torrente del instinto,
del impulso y la pasión que tiende a arrasar todo a su paso
Ahí está Dionisos,
que es lo contrario, es el símbolo de la vida misma, que rompe
todas las barreras e ignora todas las limitaciones. Es el símbolo
de lo caótico e informe. En los ritos dionisíacos los
devotos, ebrios, pasaban a ser uno con la vida.
Ahora bien, si aceptamos
que la vida es en sí misma un objeto de horror y terror, dolor
y sufrimiento, y que el pesimismo -en la actitud negativa de la vida-
puede eludirse sólo por la transmutación estética
de la realidad, existen sólo dos formas de hacerlo:
1. Cubrir la realidad con un velo estético creando un mundo ideal
de forma y belleza. Esta es la forma apolínea, que tuvo su expresión
en la mitología olímpica, en las artes épicas y
plásticas.
2. La otra posibilidad es la de afirmar triunfalmente y abrazar la
existencia en toda su oscuridad y horror, dolor y sufrimiento. Ésta es la
actitud dionisíaca y sus formas artísticas peculiares son
la tragedia y la música. La tragedia transforma realmente la existencia
en un fenómeno estético y la exhibe, la afirma.
La tragedia griega no
es mero espectáculo. En ella asistimos a una historia que nos
cuenta el coro. Así la historia misma es espectáculo para
el coro. Y la historia que cuenta el coro, espectáculo para el
espectador (visión apolínea). Este alejamiento de la historia
misma (la vida) es transmutación estética de ella a través
del coro (elemento esencial de la tragedia griega) y con ello, inmersión
en la vida misma. En consecuencia, la tragedia no es mero espectáculo,
es la afirmación de la vida.
Lo importante de El origen
de la tragedia es que la suprema realización de la cultura griega
radicaba en una fusión de elementos apolíneos y dionisíacos.
En esta fusión se encuentra el fundamento para una norma cultural.
La cultura auténtica es una unidad de la fuerzas de la vida, el
elemento dionisíaco, con el amor a la forma y la belleza, característico
de la actitud apolínea.
Si la existencia se justifica
como un fenómeno estético, la flor de la humanidad estará constituida
por aquellos que transforman la existencia en tal fenómeno y capacitan
a los hombres para que la vean de este modo y la afirmen, por aquellos
que con su voluntad digan sí a la vida de cualquier modo y en
cualquier circunstancia. En otras palabras, el genio creador será el
producto cultural más elevado.
El problema es que la
cultura griega entró en crisis. Cuando Eurípides intentó eliminar
de la tragedia el elemento dionisíaco en favor de elementos morales
e intelectualistas, eliminando para ello el coro, la clara luminosidad
de la vida se transformó en la superficialidad de la razón
cuyo máximo representante es Sócrates (y su discípulo
Platón). Sócrates tiene la loca presunción de comprender
la vida mediante la razón, de conceptualizarla, abarcarla. Así aparece
la decadencia que se caracterizará por su hostilidad a la vida
y que será culminada por el cristianismo y que dura, hasta nuestro
tiempo, siendo patente a través de las principales manifestaciones
de su época: hegelianismo, socialismo, positivismo.
b) Crítica a la moral tradicional
La fuerza primigenia
es la vida, es el criterio de valor absoluto de todo, la moral vigente,
socrático-judeo-cristiana reniega de los valores vitales y nos
propone otros.
Todos estos valores impuestos,
bajo los que vivimos, tienen su origen en la violencia, en la usurpación,
en el engaño. La misma filosofía tradicional que procede
del platonismo, cuando niega la realidad de este mundo y la sitúa
en otro distinto, está contribuyendo fatalmente al “complot
del cristianismo” que quiere basar la vida humana en un más
allá, en un cielo salvador.
La visión religiosa
del mundo ha envenenado profundamente los deseos y ha construido patrones
deformados de amor y anhelo.
Ciertas formas del arte
se han convertido en cómplices poderosos del anhelo religioso,
por lo que es necesario reconstruir todas estas formas. Estos dos mil
años de cristiandad han dejado una huella tremenda en la autoconcepción
del ser humano.
El ser humano se encuentra
tan radicalmente alienado de la humanidad natural de su cuerpo, tan profundamente
sumergido en el anhelo de un final feliz en otro mundo (en contraste
con el cual este mundo parece tan pobre y detestable), que la eliminación
de la esperanza religiosa crea una crisis de nihilismo
.
Los patrones de deseos
religiosos y teológicos son tan profundos en nosotros, el horror
por el cuerpo está tan arraigado, que no está claro que
en nuestro interior haya ningún tipo de vida rica que no está hecha
a imagen de la religión; nada, por tanto, que nos motive para
construir una nueva vida tras su desaparición. La amenaza del
nihilismo es la perspectiva del colapso de la voluntad, la negativa
a continuar ordenando y valorando.
La tarea es superar esta
vida humana más allá del nihilismo.
El primer paso
es el desmantelamiento de las creencias religiosas y los deseos teleológicos.
Afirmar una vida jubilosa afirmativa para el espíritu y el cuerpo
reunidos, una vida verdaderamente más allá del asco, del
pecado, del remordimiento. El arte tiene un papel positivo y capital
que desempeñar a la hora de devolver al hombre a sí mismo
y a la tierra.
La vida que llaman
verdadera, la que existe en el más allá, es la que dicta
e impone la moral, las normas y las metas que debemos aceptar aquí.
Así el orden moral no lo hace el hombre, sino que proviene de
un Dios trascendente. Esta vida no vale por sí misma, sino en
cuanto se encamina hacia la salvación en la otra. Precisamente éste
es el signo de la decadencia de occidente, del nihilismo imperante
en esta sociedad. Reclamo la dignidad de la vida.
Propongo cambiar todo
el sistema de valores. Proclamo que la única realidad es la vida,
lo que favorece y dice sí a la vida, a esta vida de aquí.
Esta nueva verdad permite a todo hombre aprovechar al máximo sus
posibilidades. Este es el valor supremo. Y claro, la fría razón
cartesiana no sirve para conocerla, sino que necesitamos nuevos caminos
como la intuición, la vivencia, la experiencia inmediata, la simpatía,
o la metáfora.
Esta afirmación
de la vida como desarrollo pleno del ser humano constituye el nuevo bien,
la nueva verdad, la única y auténtica verdad. “Atrévete
a ser lo que eres”, a vivir lo más acorde a tus instintos.
La vida se basta a sí misma y, por tanto, merece la pena vivirla
por sí sola. La vida como obra de arte, como algo a esculpir.
Nadie debe contentarse
con seguir valores de otros, sino que descubre los propios, como exigencia
de su propia vida. La vida de cada uno es nueva y nos exige elegir
los valores que la favorezcan
Los valores estéticos
son los primeros que favorecen la vida como obra de arte y transforman
la sociedad y la cultura. Los griegos presocráticos, de la época
más fértil de Grecia descubrieron “bellas posibilidades
de vida”, hasta que la moral socrática se hizo conocimiento.
El arte expresivo, siempre inacabado, con voluntad de más y mejor,
es la tarea más elevada de la vida. “El hombre no es ya
un artista, sino una obra de arte”. “Ver la ciencia bajo
la óptica del artista y el arte bajo la de la vida”.
“Es más
importante cambiar el gusto general que las opiniones”.
Todo tiene un ritmo,
como en poesía y música, en sintonía con el ritmo
humano:
“Con
el ritmo el hombre lo podía todo, fomentar mágicamente
un trabajo, obligar a un dios a que aparezca, a que escuche, disponer
el futuro conforme a la propia voluntad, descargar el alma propia de
cualquier exceso.. Sin el verso uno no era nada, con el verso lleagó a
hacerse casi un dios”.
Esta
vida, esta existencia, no termina, vuelve en grandes ciclos hasta el
infinito. La religión nos enseña otra cosa, pero no es
lícito justificar todo un sistema moral y de valores a partir
de creencias religiosas, ya que, de hacerlo, se actuaría de un
modo falso y erróneo.
Se ha dado como moralmente
bueno lo que se acomodaba a las conveniencias sociales de domesticación.
Una moral de apariencia e hipocresía, incapaz de ayudar al ser
humano a ser más humano y que lo aliena. Bueno y malo han sido
considerados como distinguido y bajo, señor y esclavo. Prohibido
robar o fornicar, para unos, pero no para otros. Es una moral de linajes.
Como consecuencia de
ello, propongo la destrucción de los valores tradicionales decadentes,
nihilistas, que imperan en nuestra sociedad actual. La moral es
antinatural, es hipocresía. Esta moral que hemos heredado es una
fusión de la filosofía de la antigua Grecia, y la tradición
judeo – cristiana. Es una moral que mantiene unos valores ya trasnochados,
que ya no responden a las necesidades del hombre actual, por lo que hay
que desecharlos y buscar otros más apropiados.
El último paso
de esta moral caduca lo marcó Kant ofreciéndonos una ética
del deber, basada en una ley formal, sin contenido.
Estos valores tradicionales
en los que nos han adoctrinado desde niños van contra la propia
naturaleza, porque no la valoran, y además están
basados en un resentimiento contra la vida. Por eso, el primer paso para
que haya vida es destruir los valores que quieren matarla. Este es el
reto que aún tiene la humanidad, que todos tenemos hoy día,
renovar el conjunto de principios morales sobre los que se asienta
la sociedad.
Hay dos clases
de hombres: los señores y los esclavos. La moral tradicional es
la moral dialéctica del amo y del esclavo, que debemos superar.
Lo bueno, lo noble, pertenece al señor, lo malo al siervo. Es
propio del siervo la cobardía, el temor, la compasión,
la debilidad, todo lo que disminuye el impulso vital. El señor
tiene fe y confianza en sí mismo, tiene orgullo propio.
No sirve ya una moral
propia de esclavos, una moral de oprimidos y débiles, que solo
saben condenar a los que han triunfado en la vida. Es una moral que denigra
el poderío, el dominio, la gloria y eleva a virtudes las cualidades
de los débiles: la humildad y la compasión. Los esclavos
inventan una moral que haga más llevadera su condición
de esclavos. Como tienen que obedecer a los amos, dicen que la obediencia
es buena y que el orgullo es malo. Critican el egoísmo y la
fuerza
.
Lo que va a permitir
al ser humano salir de su condición animal y desarrollar cualquier
forma de civilización, es el constante desbancamiento del débil
por el poderoso, del incompetente por el competente, del estúpido
por el inteligente, del apocado por el espabilado, del mezquino, del
cobarde, del mediocre, del prudente, del servil, del indiferente, del
perezoso, del dócil, por el emprendedor, el innovador, el seguro
de sí mismo, el aventurero, el audaz, el imaginativo, el creativo,
el astuto, el valiente, el curioso, es decir, el líder. A esto
debe aspirar el ser humano.
En esto consiste
el ideal de superación que la realidad como proceso
demanda; y para ello el hombre tiene que liberarse de los principios
propios de los esclavos y dedicarse a vivir la vida, a desarrollar todo
su potencial.
En este afán
de superación iba construyendo el hombre su vida, hasta que en
un momento de la historia aparecieron los moralistas como Sócrates
o Jesús afirmando que las leyes debían proteger al débil
de la agresión del poderoso, elevando al rango de virtudes los
rasgos característicos del esclavo: una vida al servicio de los
otros, al sacrificio y la resignación.
La misma vida
me dijo “yo soy aquello que siempre tiene que superarse a sí mismo”,
es la Voluntad de poder. El hombre mismo tiene que ser superado.
c) Crítica a la religión
En El
Anticristo, muestro cómo la cristiandad se ha convertido
en una ideología establecida por instituciones como la Iglesia,
y cómo las iglesias han fallado a la hora de representar la
vida de Jesús.
Es importante distinguir entre la religión de la cristiandad y
la persona de Jesús. La religión cristiana, representada
por iglesias e instituciones ha cambiado los valores, ha hecho la «transvaloración» de
los valores instintivos saludables. Transvaloración, es el proceso
por el cual el significado de un concepto o ideología puede ser
puesto al revés a su topónimo. Es una religión subversiva
(como un arma psicológica subversiva) dentro del Imperio Romano
por el apóstol Pablo como una forma de cobrar venganza por la
destrucción romana de Jerusalén y el Templo durante la
Guerra Judía.
Jesús transcendió las
influencias morales de su tiempo creando su propio sistema de valores.
Jesús representaba un paso hacia el suprahombre, aunque en contraste
con el suprahombre, quien abraza la vida, Jesús negaba la realeza
en favor de su «Reino de Dios». La negación de Jesús
para defenderse a sí mismo, y su muerte, eran consecuencias lógicas
de su desajuste de sistema de ideas. La historia de la Cristiandad, ha
ido distorsionando progresivamente de modo grotesco las enseñanzas
de Jesús. Los primeros cristianos por convertir a Jesús
en un mártir y la vida de Jesús dentro de la historia de
la salvación de la humanidad como motivo para dominar a las masas,
encontrando a los apóstoles cobardes, vulgares y resentidos. Las
sucesivas generaciones malentendieron la vida de Jesús, mientras
la influencia de la cristiandad crecía.
En el siglo XIX, la cristiandad se ha vuelto tan mundana para hacerse
una parodia de sí misma, una total inversión del mundo
que era, en principio, nihilista.
La historia de la humanidad
cambió los valores y nos ha conducido hasta aquí, hasta
esta situación penosa en la que nos encontramos. Vivimos alienados
por una cultura sin vida. Este es el síntoma de la decadencia de
occidente y la negación de lo hermoso y positivo de la vida. Viene
anunciándonos la llegada del nihilismo.
El nihilismo representa
la pérdida de sentido de la cultura occidental. Dios ha muerto,
no existe otro mundo distinto de éste que nos diga lo que debemos
ser o hacer, nos hemos quedado sin brújula, desorientados. La
vida no tiene sentido. Esto es el nihilismo: pérdida
de la fe en los valores supremos y pérdida del sentido de la
existencia.
En contra de lo
que nos han enseñado, los antiguos principios dominantes, que
son propios de esclavos, las normas morales tradicionales, no tienen
una procedencia divina, sino que han sido impuestos por otros hombres,
salidos igualmente de la plebe, para someterlos en su propio interés.
Nos han presentado a
Dios como la gran objeción contra la vida, contra la existencia,
nosotros negamos a Dios y redimimos al mundo. No necesitamos a Dios
para sentirnos libres. Dios ha muerto.
El hombre se encuentra
desorientado. En esto consiste el nihilismo, pero es necesario llegar
a esta situación, darse cuenta de ella, para construir una nueva
tabla de valores, para comenzar una nueva vida, lo que dará lugar
a la llegada de la gran “aurora”, creadora
de sentido
.
Terminando con esta situación
de valores transcendentes, impuestos, basados en la autoridad de un dios,
en un mundo sin dios, no tiene sentido hablar del origen trascendental
de la moral, sino que toda moral debe ser una creación auténticamente
humana.
La aurora se nos presenta
como un instinto natural, afirmación de vida, potenciación
de la propia vida, es la voluntad de poder, síntesis
vital, energía irracional que subyace a todo lo real, que no necesita
racionalizar, momificar. Es el ser como voluntad de poder, que consiste
en creatividad, vida, verdad, conocimiento, sensación de poder
ser más. Desarrollar el poder creador dionisíaco de la
vida. Es la única forma de acceder al ser superior, al superhombre,
que acabará con el falso hombre metafísico. Todo aquel
que desarrolle al máximo su potencial se convierte en un ser
superior, en el superhombre.
Los instintos son una
fuerza que va más allá del sólo impulso a sobrevivir,
protegerse y reproducirse de todos los seres vivos, de sólo ser
esto la vida se estancaría. La supervivencia es una de las consecuencias
de un deseo aún mayor, impulso hacia una supravivencia, un deseo
perpetuo de todo ser vivo por ir más allá de todos, el
todo y hasta más allá de sí mismo, más allá de
la muerte. Este impulso irracional o deseo perpetuo por expandirse impreso
en cada ser es lo único que da sentido a la existencia, paradójicamente “razón
de ser” y es la fuerza principal dentro de la visión trágica
o dionisíaca.
Las teorías posteriores
de Freud respecto al inconsciente probablemente fueron inspiradas en
gran parte por los conceptos de lo dionisíaco y la voluntad de
poder, las cuales Freud relacionó a los instintos sexuales primitivos,
por encima de cualquier otro instinto, y su represión y control
excesivo por el consciente o parte apolínea del ser como generadores
de la histeria y otras dolencias.
La metafísica
“LOS DIOSES HAN MUERTO (...) DE RISA AL OIR DECIR
A UNO DE ELLOS QUE ÉL ES EL ÚNICO DIOS”
Con
esta frase quiero explicar que ha muerto para siempre todo intento de
razón dogmática, así como la invención de
otro mundo distinto de éste. Lo que se abre camino a la vida es
la pluralidad de perspectivas, el ser como devenir, siempre haciéndose
y siempre sin hacerse.
La crítica a la metafísica occidental
La metafísica
tradicional se asienta sobre un error: considerar que los valores de
las cosas no están en ellas (en la vida) sino en un mundo ultraterreno
de esencias.
Así el filósofo ha inventado otro
mundo metafísico, abstracto, para explicar este. Curiosamente
un mundo antitético que se opone y niega a este. El mundo que
llaman real se opone al mundo del devenir que es el del no-ser. Lo que
tiene de ser este mundo se encuentra fuera de él. Lo tiene "de
prestado".
Esta metafísica
idealista pone su confianza ciega en la razón y en los valores
vacíos, abstractos, que la razón ha inventado para ahogar
la espontaneidad de la vida. Nos habla de verdad, de ser, de uno...de
lo que no existe, y renuncia a lo que realmente existe. A los valores
vitales.
¿Quién
puede albergar duda alguna sobre la existencia de un único mundo,
nuestro mundo en constante devenir? Precisamente este devenir, este mundo
cambiando eternamente, creándose y destruyéndose para
volver a surgir, es lo que ha llevado a alguien a pensar que no es
un mundo real, sino que es una mera apariencia.
Esto sucede a quienes
no son capaces de vivir la vida, de hacer frente a su propia vida, a
sus emociones. A los que tienen prejuicios contra la vida y se inventan
otro mundo al que llaman real y verdadero, con características
opuestas al anterior y que se encuentra en el más allá.
Ese mundo inventado,
que dicen verdadero, es un mundo estático, no admite cambio alguno,
es inmutable, no tiene vida. ¿Recordáis el mundo platónico?
En él reside también la verdad fija e inmutable, y para
conocerlo necesitamos unas categorías adecuadas a esta verdad.
Estas categorías son los conceptos, la razón.
El ser humano inventa
conceptos para captar un mundo y una realidad igualmente inventados.
Estos conceptos fantasmas vienen a ser las huellas del no – ser,
de la nada, de la decadencia. Lo que hacen los filósofos es
momificar el devenir, lo vivo, por medio de estos conceptos disecados,
sin vida. El resultado es que hablan del ser, pero no pueden, son incapaces
de conocerlo.
La verdadera realidad,
que es la vida en devenir, solo puede ser captada por los sentidos. No
se puede racionalizar. La razón, “esa vieja hembra engañadora”,
se ha convertido en aliada de los impostores que utilizan sus conceptos
para hacer generalizaciones tratando de atrapar, de comprender, las cosas
en su multiplicidad, pero éstas se escapan a través de
sus dedos, no se dejan atrapar bajo una misma etiqueta pues “nunca
son idénticas”. Por eso quieren negar toda multiplicidad.
Pero las cosas
suceden al revés, el ser etiquetado por la razón es solamente
apariencia, aunque la razón necesite para ser ella este mundo
aparente. Es otra forma de desear ser engañado y vivir feliz refugiado
en la vida simple del engaño. La metafísica y la ciencia
son valores vacíos que han ahogado la espontaneidad de la vida
bajo el peso de abstracciones formales.
Nuestra sociedad se encuentra
postrada ante una situación de nihilismo, que puede y debe superar.
Para ello tiene que recuperar la auténtica realidad, la realidad
plural y cambiante. Esta auténtica realidad es la vida en toda
su riqueza, la alegría de vivir.
El cometido de la filosofía
es reforzar la alegría hacia la vida, la alegría
de vivir. La filosofía es alegría, y los sentidos, no la
razón, son el único medio de que dispone para comprenderla.
Claro que para ello hay que amar la vida de forma que se quiera volver
a vivirla. La vida como eterno retorno.
VOSOTROS,
HOMBRES SUPERIORES, APRENDED A REÍR
¿Y
las ciencias?
El
sí a la vida es la afirmación más apremiante
del saber en todos sus grados. Las ciencias son también
voluntad de poder, energía creadora de vida.
La utilización
de la razón ha llevado a las ciencias a querer matematizar la
realidad, a matematizarlo todo, creyendo ingenuamente que así dominaban
el mundo. ¿Se habrán dado cuenta ya de que no han sido
capaces de conocer nada? A lo sumo, habrán podido llegar a cuantificar,
a medir el mundo, pero a nada más. Las cosas son diferentes
y no se dejan cuantificar.
Por esta razón
quienes quieren confundir las cualidades con las cantidades están
en un grave error y cometen una gran locura. Supongamos, que alguien
quiere valorar una pieza musical según lo que de ella pudiera
ser pesado, contado, calculado, etc. ¿No parece absurda esa pretensión
de las ciencias?
Teoría
del superhombre . El
hombre, como parte de la realidad procesual, es un ser que vive, que
vive la vida para realizarse en plenitud y que tiene que ser superado.
Somos una plataforma hacia el superhombre
que tiene que llegar sin remedio. Somos los precursores que tenemos
que prepararle la llegada. El superhombre impondrá en el mundo
los nuevos valores.
“Hemos de mirar nuestra gran tarea, para preparar la
tierra como una planta de la mayor fertilidad, una tarea de la
razón para la razón”.
“Lo grande que hay en el hombre es que es puente
y no un objetivo”.
Ser este puente es
sentir el inconformismo y tener voluntad de ser algo mejor y correr
el riesgo, lo que no se da en los vivientes no humanos.
El hombre es un ser incompleto,
pues todo animal da lugar a algo superior. Es un puente entre el simio
y el Superhombre, es algo que debe ser saltado, superado. El Superhombre
es aquel ser que tiene una moral de nobles, es un noble, y acepta la
voluntad de poder: es un hombre legislador, él crea sus propias
normas, morales y de todo tipo, además es un hombre que somete
las cosas a su voluntad, es un hombre vital: ama la vida y este mundo.
Además es un ser que acepta el Eterno Retorno, pues cuando toma
una decisión realmente la quiere tomar, y no se arrepiente de
sus actos. Sabe que la vida es en parte dolor y en parte placer, pero
no reniega de ello.
El niño es el
verdadero superhombre, pues es inocente, cree en su propia moral, sigue
sus propios valores.
En la llegada del superhombre,
se dan las tres metamorfosis que debe sufrir el espíritu. En primer
lugar, se convierte en camello, que no es creador y simboliza a quienes
se contentan con obedecer ciegamente; solo tienen que arrodillarse y
recibir la carga, soportar las obligaciones sociales, obedecer sin más
los valores que se presentan como creencias.
En un momento de su vida,
el camello aspira a la libertad, descubre que quiere ser más y
se convierte en león, el gran negador, símbolo del nihilista,
que rechaza todos los valores tradicionales con los que le han adoctrinado.
Es el yo quiero.
Pero este león
siente que necesita transformarse en niño, superar su autosuficiencia
para poder vivir libre de prejuicios y crear una nueva tabla de valores.
No es por la fuerza del león, sino la inocencia del niño,
como se accede a una nueva vida en libertad. El juego del niño,
lo inútil, es creatividad de vida.
Sin embargo, el superhombre
se rebela contra este estado de domesticación, de degeneración,
como animal aprisionado por el cristianismo. Hace caso omiso de los prejuicios
de la gente; no cree en la igualdad, que es una artimaña de los
débiles de espíritu, de los cristianos y de los socialistas.
La igualdad solo lleva a una moral de rebaño, de esclavos, de
alienación espiritual.
El superhombre no se
deja adoctrinar, ni convencer por oradores del mercado o del partido.
Es libre y ama al ser humano no por lo que es, sino por lo que ha de
llegar a ser.
“Allí donde el estado acaba, ¡mirad allí,
hermanos míos! ¿No veis el arco iris y los puentes
del superhombre?
El eterno retorno:
“…todas las cosas se repiten eternamente y
nosotros con ellas y que nosotros hemos existido infinitas
veces y con nosotros todas las cosas”.
“Todo pasa, todo vuelve, la rueda del ser rueda
eternamente. Todo muere, todo florece de nuevo, el año
del ser corre eternamente”.
El Eterno retorno cumple
dos funciones. La primera es remarcar el amor a la vida. Los cristianos
postulan un paraíso, Platón el
mundo de las ideas. Después de esta vida está otra vez
la tierra, el mundo: porque no hay nada más. Por otro lado cumple
una función ética. Quien acepta el Eterno Retorno, se
previene y acepta sus actos. Con el dolor que puedan contraer, con
el placer que puedan conllevar: no hay lugar para el arrepentimiento.
Aspecto ontológico
La investigación
de la filosofía occidental acerca de la realidad es la investigación
del Ser. Es decir, del fundamento último e inmutable de la realidad.
Ese fundamento es lo único real. Además, la condición
de posibilidad de la realidad.
El ser es algo extramundano
ya que el mundo es movimiento continuo, devenir, no-ser. No hay ser,
sino seres particulares, que viven y sufren y disfrutan. El filósofo
occidental distingue entre realidad y apariencia. El mundo en que nos
desenvolvemos es el mundo de la apariencia.
Este juicio de valor
es un juicio negativo porque niega la realidad fundamental: la vida.
La vida es la realidad primordial. Y esta es devenir. Por eso hay que
acabar con toda la ontología que niegue la vida que no la deje
ser como ella es.
La razón (tal
como la presenta Occidente) es la causa de que todos falseemos el testimonio
de los sentidos. Crítica a la ontología occidental en
cuatro tesis:
"Primera tesis. Las razones por las que "este" mundo
ha sido calificado de aparente fundamentan, antes bien, su realidad
-otra especie de realidad es absolutamente indemostrable".
Las categorías que emplea la ontología occidental desde
los modos de ser aristotélicos hasta los modos de conocer
kantianos muestran, intentan justificar, la realidad de lo que ellos
llaman apariencia pero no son más que máscaras que,
en el fondo, afirman la vida al intentar negarla. ¿Por qué?
Porque tienen su base aquí.
Las categorías occidentales son, por tanto, erróneas,
mas el hombre occidental necesita del error de ellas, del error de
la razón, para poder vivir con cierto reposo, seguridad y
calma.
"Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido asignados
al "ser verdadero" de las cosas son los signos distintivos
del no-ser, de la nada -a base de ponerlo en contradicción
con el mundo real es como se ha construido el "mundo verdadero":
un mundo aparente de hecho, en cuanto es meramente una ilusión óptico-moral".
Lo que el mundo que la ontología clásica ha llamado "real" es "aparente".
Es ilusorio porque basa sus categorías en la nada. La nada
es la negación del ser, y el auténtico ser es la vida.
Además, la causa de este odio contra la vida: el punto de
vista de la moral inventada por los débiles que intenta contener
a los fuertes que son los únicos capaces de asumir la única
realidad existente, la vida, en toda su crudeza.
"Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de "otro" mundo
distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que no domine
en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento,
de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza
de la vida con la fantasmagoría de "otra" vida distinta
de ésta, "mejor" que ésta".
La metafísica lleva al empequeñecimiento de la vida,
al recelo contra esta, al odio. Es negar la realidad fundamental,
la vida, e intentar "vengarse" de ella acallándola
a toda costa o, al menos, intentándolo.
"Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo "verdadero" y
en un mundo "aparente" ya sea al modo del cristianismo,
ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano
alevoso), es únicamente una sugestión de la décadence,
-un síntoma de vida descendente... El hecho de que el artista
estime más la apariencia que la realidad no constituye una
objeción contra esta tesis. Pues "la apariencia" significa
aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada,
reforzada, corregida... El artista trágico no es un pesimista,
es dionisíaco..." |
La división
del mundo en "verdadero" y "aparente", división
propia de la metafísica occidental y, como no, del cristianismo,
es un síntoma de decadencia. Es al revés. Occidente ha
transmutado la realidad, ha llamado "aparente" a lo "real" y "real" a
lo "aparente". Lo que hay que hacer no es deprimirse, ser un
pesimista como Schopenhauer, hay que afirmar la vida y afirmarla con
la actitud dionisíaca llama a Kant "cristiano alevoso".
Para nuestro autor la moral del camello -moral cristiana- y la moral
del león -moral kantiana- tienen la misma base. Kant quiere rebelarse
con el "Tú debes" pero sigue atado al decálogo.
La solución estará en la moral del niño:"Yo
quiero").
Aspecto gnoseológico.
En toda la gnoseología
defendida por la metafísica occidental se crea un concepto para
conocer la realidad. El concepto es la aprehensión, delimitación,
comprensión de la realidad. El concepto, "inmoviliza" la
realidad y la "uniformiza" (recoge lo común, lo general
a una clase, a una especie) y define.
Yo no me contento con
una definición que pretenda ser válida para todos y para
siempre. La realidad, la vida no es algo estático y para siempre.
La tarea del filósofo
es “encontrar un camino nuevo, no recorrido todavía,
para su engrandecimiento”.
No acepto los conceptos,
las categorías. Es absurdo pues la realidad es el devenir y el
cambio. El concepto carece totalmente de sentido. Solo la intuición
atenta puede captar las vibraciones vitales de cada momento. El conocimiento
como instrumento fundamental para impulsar el proceso de la existencia.
¿Y la verdad?
Lógicamente no
existe. La verdad es un conjunto de metáforas, de generalizaciones,
de ilusiones que el uso y la costumbre han impuesto y cuya naturaleza
hemos olvidado.
"Metáforas
ya olvidadas que han perdido su fuerza sensible, monedas que han perdido
su imagen y que ahora entran en consideración como metal, no como
tales monedas".
“Yo alabo todo escepticismo cuando se me permite responder:
probémoslo. Pero no quiero oír hablar de cosa o cuestión
alguna que no admite experimentación. Este es el límite
de mi sentido de la verdad, pues ahí la valentía ha perdido
sus razones”.
Queda claro que no hay
una verdad absoluta. Este concepto es una invención de los filósofos
que insatisfechos del mundo del devenir anhelan el confortable mundo
del ser.
El mayor peligro para
caer en lo irreal es estar seguro de lo que tengo como verdadero. Las
convicciones son enemigas de la verdad y más peligrosas que
las mentiras, porque dan rigidez de muerte.
No necesitamos descartar
una afirmación simplemente porque sea falsa. Al contrario, a
menudo la falsedad es esencial para la vida.
“Muchos pensamientos han entrado en el mundo como errores
y fantasmas, y después han llegado a ser verdades…”
La verdad es ese género
de error sin el cual un determinado tipo de seres vivos, los débiles,
no podría vivir. La valoración de la vida es, en definitiva,
lo más importante, lo único importante.
“La falsedad de un juicio no es todavía para
nosotros ninguna objeción contra el mismo….La cuestión
es hasta qué punto fomenta la vida, la mantiene, mantiene
la especie, y tal vez hasta la castiga..”
“Los acontecimientos y los pensamientos más
grandes se llegan a comprender más tarde. Las generaciones
contemporáneas no los viven, sino que viven al margen.
Sucede algo semejante a lo que ocurre en el reino de los astros.
La luz de las estrellas más lejanas llega tardísimo
a los hombres. Y antes de que haya llegado, niega el hombre
que allí haya estrellas”.
Y si la verdad no existe. ¿Qué es
el lenguaje?
Evidentemente el lenguaje
es el resultado de la razón. Es una creación de la civilización
occidental para justificarse a sí misma. Es el abogado permanente
de nuestra razón.
A partir del lenguaje
surgen y se justifican las categorías fundamentales de occidente:
yo, ser, sustancia, cosa, facultad... Hay que buscar la realidad que
hay detrás de las palabras.
Hay que luchar contra
el lenguaje porque la vida no se puede conceptualizar, encerrar en palabras,
comunicar. Y mientras no nos desembaracemos de él no podremos
superar la cultura occidental.
El acontecimiento más
grande de la Historia -que la divide en dos- es la muerte de Dios,
no el nacimiento de Cristo.
“Nietzsche
no necesita intérpretes. Ha hablado él lo suficiente y
de la manera más límpida. Solo hay que prestarle atención,
sin intermediarios”. (G.Colli)
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